viernes, 10 de diciembre de 2010

10. VIETNAM

VIET  NAM

 - Triqui volver a explicar porque Trompi no comprender. Cerdito explicar de nuevo. Antes decir una cosa y ahora decir otra, no comprender.

Miré al paquidermo a través del anteojo de pensar y advertí una determinación inesperada para una primera clase de ‘españolo’, como decía él. Parecía tomárselo en serio, así que me armé de paciencia y repetí de nuevo:

- Se usa cuando surge algo inesperado y una situación que antes era divertida se vuelve incómoda o poco interesante. Digamos que se chafa.
- Pero cerdito antes decir que usarse para pedir a persona que dejar de hablar porque ser muy pesada…
- Sí, sí… Es que ‘cortar el rollo’ se usa para las dos cosas. Es una polisemia –me expliqué porque el trompitudo miraba interrogativo- ocurre cuando una frase tiene más de un significado. Como cuando se dice que Truman Capote tenía una exquisita pluma.

El narigudo se me quedó mirando dos segundos, inmóvil, como para salir en una foto, aparentando calibrar la calidad de la explicación. Algo no le convenció, porque volvió a la carga:

- ¿Entonces por qué decir que haber mal rollo entre chicos y cerdito?... ¿y qué ser eso del rollito para comer?...
- Bueno, porque los chicos se enfadan conmigo cuando no escribo el blog, y la cosa se pone muy tensa, al borde de la facturación hacia Madrid. Y el rollo para comer, que es a donde quería llegar yo, es el rollito vietnamita…
- ¡Rollito vietnamita!... ¡Trompi conocer por turistas del valle!... Ser muy crujiente y estar relleno de vegetales… Pero entonces, cuando chicos decir que blog de Triqui ser un rollo… ¿ser porque llevar verdura?

Se me quedó cara de ciruela pasa, justo la antítiesis del narigudo, que parecía fresco como una coliflor. Decidí dar por finalizada la clase con una mueca de contenida indignación y guardé los enseres didácticos en la mochila, porque nuestro avión se posaba sobre Hanoi.

Aterrizamos en la ciudad unimilenaria, -unas semanas antes había celebrado su cumpleaños número 1000-, después de una escala de dos días en Bangkok, ya que el billete salía más barato que el directo desde Hong Kong.

1000 EXACTOS

Habíamos leído lo indispensable sobre el país para no tener un incidente similar al de la plaza de Tiananmen, dada la proclividad al timo con que se las gastan en muchos países del sureste asiático, sólo comparable a la del noreste y el suroeste, y nos había llamado la atención la facilidad de los hanoianos para producir ‘copycats’, es decir, copias de los originales, suplantadores de identidad, -como en la película-, ya fueran hoteles, agencias de viajes o restaurantes, todo tipo de negocios. En realidad, cuando el calco es idéntico, el servicio para el usuario es también el mismo, claro, la defraudada es la empresa original. Hanoi es la capital mundial del copycat, y los hanoianos tienen un morro de proporciones capitales. Su producción de ‘fakes’ o imitaciones es digna de estudio incluso por sus vecinos, y antes maestros, los copycones chinos. En cuanto nos bajamos del avión quisimos asegurarnos de no sumergir la extremidad inferior hasta el hondón a las primeras de cambio, prevención que dio como resultado la introducción de las dos ancas a la vez:

- Vale, que sí, que buscamos el autobús de Vietnam Airlines para llevarnos al centro de Hanoi, ¿pero cómo sabemos que sois vosotros?? –los chicos querían dar la impresión de estar al tanto, pero estaban al tonto, porque lo único que consiguieron fue dar pistas.
- Aquí tener acreditación oficial, mirar foto y mirar autobús, todo bonito –la chica mostraba un inmaculado plastiquillo con foto colgado de la testa, a toda resolución, donde ponía bien claro y casi alto: ‘Vietnam Airlines’. Ella misma parecía un plagio de azafata del ‘Un, dos, tres’, con su uniforme, con sus gafitas, con su coleta, con su sonrisa perlada, como dispuesta a multiplicarlo todo por 25 pesetas.
- Pero es que los de aquí al lado dicen que los oficiales son ellos, y que vosotros sois un fake.
- Bueno, pues no preocupar, ir con ellos, señores, no problema, preguntar por acreditación oficial y ustedes ir con ellos.

Qué fastidio, era lista, la tía. Nos estaba dando jaque al rey, astutamente, con el irritante juego de quitarse importancia para darse importancia. Cómo lo odiamos. El caso es que el resto de los ‘Vietnam Airlines’ parecían menos auténticos, y como era imposible deducir la verdad con los datos que teníamos, porque el bus salía ya, tuvimos que sacrificar la reina para mantener con vida al torpe e indefenso monarca:

- Vale, dos tickets, pero esperamos que nos llevéis al sitio acordado –Trompi y yo nunca pagamos entrada, sabemos escondernos en la mochila como los rodaballos en el suelo marino.
- Uyyy… arrancar ya autobús… No preocupar, todo muy cerca en centro Hanoi… y billete haber salido muy barato –ahora la azafata mutaba a Tacañona.

Entendido, jaque mate. Decidimos relajamos y esperar nuestro destino, dondequiera que nos llevaran, cual naúfragos de García Márquez, al capricho del viento y de las olas. Efectivamente el destino final tuvo toda la lógica del mundo: un criadero de tuc-tucs, al sur de la parte centro de Hanoi, donde los conductores de los triciclos motorizados aguardaban para llevarnos a nuestros hoteles, ya que el autobús no tenía ninguna intención de hacerlo. Todo ello por un módico precio, aderezado con la comisión para el chófer del autobús. Normal. En estos países un occidental es una cartera jugosa pidiendo a gritos pasar por un exprimidor, y en Vietnam se añade una palpable antipatía hacia cualquier espécimen con cara de BigMac y cuerpo de Tranchete, lo que hace del timo una actividad tan delictiva como agradable. Las caras de los otros turistas eran un espejo de la nuestra, como preguntándonos qué culpa tendríamos nosotros de la intervención americana.
No obstante, para resarcirnos del error, quisimos cometer otro. Nos negamos a contratar el tuc-tuc vil y apañado, siguiendo esa lógica tozuda que nos permite tropezar dos veces con la misma piedra pero llevar la cabeza bien alta, aunque quizá aquí se mezcle la causa con la consecuencia.

CUÁNTA SABIDURÍA...

Nos fuimos andando hasta el hostal tirando de equipaje, trayecto durante el cual una de nuestras mochilo-maletas se autolesionó -con ayuda de MG-, y decidió que el mango del carrito había durado demasiado. Menos mal que teníamos una bolsa de plástico a mano para hacer un manguito-parche. No somos tan buenos como los vietnamitas con las imitaciones, pero nos aguantó la hora larga hasta que finalmente encontramos una guesthouse que nos gustara a nosotros y a nuestro presupuesto.  

Escogimos el hostalillo después de ver media docena, guiados por la Lonely Planet, y todas nos decían que ‘sí, ésta ser la auténtica, la original, las otras ser fakes’. Era muy gracioso, porque entramos en una que estaban ultimando, todavía pintándola de naranja, con un olor a Titanlux como para noquear a un dinosaurio, y los tíos nos decían que era la original, que dado el éxito la habían cambiado de sitio para ponerla en una manzana mejor ubicada. Hemos conocido algún cocodrilo con menos morro. Qué tíos.
Posteriormente nos enteramos del caso de unos chicos que fueron a contratar un tour por la zona norte al Sinh Café, que tiene una reputada agencia de viajes, y advertidos de este tipo de fraudes preguntaron al  tipo de la agencia cómo podían saber que ellos eran los originales, y por tanto de confianza. El susodicho sacó la Lonely Planet para tranquilizarles, abrió por la página conveniente, y se lo mostró:

- Aquí tenéis, la recomendación de la guía con nuestra dirección. ¿Convencidos?.

Efectivamente, no cabía duda, nadie sospecharía de que la Lonely pudiera recomendar un copycat, y de hecho no lo hacía. La Lonely verdadera, claro. Ésta sí. Era un copycat.

De todas formas encontramos una habitación medio confortable por el desmesurado montante de 200.000 dongs, o al cambio, 7.5 euros la noche, eso sí, con dos camas, baño propio, nevera e internet. Un lujazo.

Hanoi nos sirvió como centro excursionil para Sapa y Halong Bay, a la vez que nos permitió palpar el aguerrido carácter del vietnamita norteño. Es una ciudad de seis millones de habitantes y tres millones de motos, la mayoría tipo scooter, que pasan zumbando alrededor de cualquier peatón que se aventure al otro lado de la calzada. La técnica para cruzar es la misma que en el resto de las motorizadas urbes asiáticas: hay que estirar el brazo hacia abajo en un ángulo de unos 30º con la palma hacia la turbamulta de vehículos, y pasar en movimiento rectilíneo y uniforme, con decisión y sin pausa. Lo de uniforme es vital, porque la riada de motos se hace cargo de tu velocidad de crucero y puede estimar tu posición en el momento en que pase junto a ti, con lo cual podrá esquivarte como la corriente del río se aparta del islote. Lo importante es no hacer movimientos bruscos ni retroceder, porque eso no se lo esperan y puede acabar con un neumático sobre tu garganta. La gente nos aseguraba que cualquiera que pase en Vietnam un mes verá un accidente de tráfico con toda inseguridad, salvo en el caso de no poder verlo por formar parte de él. A nosotros no nos tocó, afortunadamente hasta Camboya no vimos una buena torta.

PARRILLADA DE SALIDA

Vietnam estuvo ocupada por los franceses antes de estar ocupada por los americanos y después de ser ocupada por los chinos, sin mencionar el intervalo de la II Guerra Mundial cuando fue ocupada por los japoneses, el caso es que ha sido casi siempre un país bastante ocupado. Ellos a su vez ocuparon también la Camboya de los jemeres rojos, en los años ochenta. En Hanoi queda el rastro francés, especialmente en el Old Quarter, con los edificios de la Ópera, el Banco de Vietnam o la catedral de San José, y también en la cocina: se nos había olvidado completamente lo que era el pan, después de dos meses abandonados al arroz, y cuando vimos las baguettes pasar por delante de nuestras narices tuvimos que reprimir el acto reflejo de empapuzarnos de harina de ese exótico cereal: el trigo.

MONUMENTO CATEDRALICIO: ¡QUEMPIEZA LA MISA!
Como no hay bien que por mal no venga, los vietnamitas han hecho de su capa un sombrero cónico, y han decidido promocionar para el turismo los horrores de la guerra de su pavoroso pasado reciente, de aquellos tiempos tan malos para la lírica y tan buenos para la épica. Superada la contienda y aplacados los tercios, es una forma de sacar los cuartos a los turistas por sus propios medios.
Nosotros visitamos la prisión de Hoa Lo, que construyeron los franceses en 1896 para encarcelar a los insubordinados revolucionarios vietnamitas, insensibles a sus gabachas ansias de conquista, donde los presos se hacinaban en literas de madera con grilletes cosidos a los pies. Hay unos muñecos de cera reproduciendo las expresiones de sufrimiento de sus compatriotas y unos dibujos en la pared que hacen palidecer la imaginación de Chico Ibáñez Serrador en ‘Mis terrores favoritos’. El elemento estrella es una gillotina de madera calibre 82 que despachaba las cabezas de los guerrilleros en cestos de mimbre con toda diligencia.

GRILLETES EN LOS PIES
Posteriormente los vietnamitas utilizarían la prisión para sus propios fines, aplicando la propiedad transitiva y devolviendo a los americanos lo que los franceses les habían procurado a ellos. Retuvieron aquí a los capturados de la Guerra de Vietnam, que como es lógico ellos llaman Guerra Americana, en lo que sarcásticamente denominaron ‘Hanoi Hilton’. Aquí es donde estuvo encarcelado el republicanísimo senador McCain, candidato a la presidencia de los EEUU y rival político de Obama en las pasadas elecciones. Resulta que en una misión sobre Hanoi en 1967 su avión fue derribado por el pepinazo de un cohete antiaéreo vietnamita sobre el lago Truc-Bach, a quince minutos de nuestro hostal. El impacto le dejó hechas puré las dos piernas y un brazo, y mientras estaba inconsciente las tropas viet remataron el trabajo clavándole una bayoneta en el pie izquierdo y dislocándole el hombro, y luego siguieron torturándole en la prisión de Hoa Lo para que cantase hasta el himno demócrata. Al parecer él se negó sistemáticamente, por lo que se pasó la friolera de CINCO añazos encerrado en este paraíso de la tortura, los primeros dos años y medio totalmente aislado en una celda de dos por dos. Desde luego que si eso no deja secuelas vitalicias incompatibles con una candidatura a la presidencia, nada lo hará.

CONSERVAN EL TRAJE DEL VIEJO CONSERVADOR...

La versión sobre la guerra que cuentan los vietnamitas está descaradamente sesgada, porque se muestran todos los elementos de tortura que emplearon con ellos los franceses, pero no hablan para nada de lo que les ocurría a sus prisioneros americanos. Sólo aparecen fotos como la siguiente, en la que McCain está siendo atendido por un médico local, como si quisiera salvarle la vida:

MY ARM, MY LEGS... WHAT A PAIN !!!!

Si os fijáis, la leyenda dice ‘Médicos del ejército trataron las heridas de John McCain, el piloto americano capturado en el lago Truc Bach, Hanoi, el 26 de octubre de 1967‘. De hecho, hay un cartel que reza que ‘…pese a haber cometido crímenes indecibles contra nuestra gente, los pilotos estadounidenses no sufrieron venganza alguna una vez capturados y detenidos, sino que se les dio comida suficiente, ropa y cobijo’. Evidentemente les dieron algo más, otra cosa es que tuvieran sus razones. En el museo-cárcel queda cristalina la enorme maldad franco americana contrastada con magnanimidad viet, que trataron a sus inquilinos como si fueran enemigos de los buenos.

Hanoi es una ciudad pintoresca para pasear, con cientos de puestos de comida en la calle, donde te despachan en medio minuto un Bo Pho, sopa de noodles con ternera, que es el plato estrella, aunque también sirven carne de perro, serpiente o tortuga con normalidad. Nos abstuvimos, de eso y del ‘Hột vịt lộn’, un huevo de pato macerado en salmuera con regalito en el interior, el embrión del bicho en pleno desarrollo.

Una tarde fuimos al teatro del lago a ver el conocido espectáculo de las marionetas sobre agua, una tradición que data del siglo X, cuando los granjeros aprovechaban la época de inundaciones después de la cosecha para entretenerse contando historias de la vida cotidiana. Como disponían de piscinas naturales anegadas por el líquido elemento, aprovecharon el escenario para desarrollar su creatividad teatral y entretener al campesinado con los puppets flotantes. Durante una hora los muñecotes se mueven sobre una piscina dispuesta ad hoc, movidos por cañas de bambú desde el backstage por unos señores vestidos con botas de goma hasta la cintura. Se van mostrando una docena de escenas sobre la plantación del arroz, las carreras de caballos o la bajada de los dragones desde el cielo, al son de una banda de música con coros en directo. Es un tanto primitivo pero muy vistoso, el teatrillo estaba abarrotado.

AL FINAL SALUDARON

También hicimos una visita al mausoleo de Ho Chi Minh, el Mao Tse Tung vietnamita que lideró la independencia contra los franceses y después la reunificación contra los americanos e insurrectos vietnamitas del sur. En homenaje a su persona, y para jorobar a sus vencidos compatriotas sureños, cambiaron el nombre de Saigón, la capital del sur, por Ho Chi Minh, de modo que quedase transparente quién mandaba allí.

¡JÓ, CHAMICÍN!

De Hanoi, que ellos escriben Ha Noi, partimos para una excursión de un par de días a la bahía de Halong, que igualmente es Ha Long. Un montón de palabras empiezan por Ha, como la risa. La bahía era uno de los must de la globivuelta, que los chicos tenían muchas ganas de conocer desde hacía décadas, cuando leyeron acerca de la columna del dragón en el ‘Dime dónde está’, especie de versión geográfica de la enciclopedia Álvarez. Nos esperaban las miles de islas de caliza del golfo de Tonkín, donde por cierto se produjo el incidente que dio comienzo a la Guerra Americana. Los estadounidenses acusaron a los viet de haber atacado dos de sus destructores, que seguramente navegaban por allí de forma inocente pescando bacalaos, y dijeron que eso se merecía una guerra en toda regla. No está nada clara la versión de los americanos, donde ninguno de ellos resultó herido, frente a cuatro víctimas vietnamitas, aunque huele bastante a Maine.
La cosa es que íbamos un poquillo recelosos, porque habíamos leído en internete que algunos viajeros decían que Halong Bay se había convertido en una feria, con cientos de barcos apiñados buscando un trozo de charco para pasar, con vertidos de basuras en las orillas y con cierto tufillo a desecho tirado por la borda. Que había perdido el encanto de antaño.
Afortunadamente nosotros no vimos nada de eso. Hombre, todo el mundo sabe que estos parajes orientales eran mucho más exóticos antes, justo cuando los visitó Sánchez Dragó, pero aún así nos quedamos con la boca abierta cual canuto: Oh. Es cierto que en el embarcadero había un porrón de barcos, lógico, ya que uno de ellos debía contenernos a nosotros, pero después de media hora de entrometernos entre los pedruscos verticales que formaban las lumbares del susodicho dragón nos quedamos aislados en ese ambiente trémulo y vaporoso, entre neblina horizontal y con un silencio bastante absoluto. Es un poco como entrar en ‘El señor de los anillos’, esperando que aparezca un duendecillo detrás de algún acantilado, o quizás el fantasma de Tolkien escribiendo su próxima novela.
Pasamos la noche en el barco los seis tripulantes, el turista japonés y nosotros. Sí, nos tocó un barco entero a nuestra disposición, para nosotros solitos, porque el japonés sólo abría la boca para comer y sonreír, era como de atrezzo. Hicimos bastantes fotos, pero el efecto envolving y surrounding hay que experimentarling en living para poderlo understanding. Una chulada, aunque suene cursi, con el barco todo el rato como patinando por un mar sin olas.

NUESTRO BARCO ARRIBANDO

VAMOS PALONG...

SOLITOS

Además hicimos algunas paradas en varias islas para ver cuevas –impresionante Hang Dau Go-, o comprar fruta de las barcas.

GRUTA
HaLong quedó en posición de medalla entre todos los sitios que los chicos habían visitado hasta el momento, a la altura de Iguazú y a la bajura del Cañón del Colorado. La sensación de paz al anochecer, cuando dejamos el barquito perdido en la inmensidad de la bahía y nos bajamos a los kayaks fue realmente impresionante. Nos duró hasta que a la tripulación le dio por poner música rock en la cubierta para entretener a aquellos turistas que éramos nosotros, supuestamente afectados de occidentalidad. Menos mal que el japonés estuvo de acuerdo en que la quitaran.
La siguiente excursión nos llevó un par de días en Sapa, un pueblecillo del norte que contradice bastante la idea de que en los países del sureste la temperatura debe ser siempre veraniega. El pueblo vive en una nube casi permanente y por la noche hace una rasca que exige un abrigo tres cuartos o fracción superior. Hicimos un trekking por un lodazal donde nos pusimos tremendamente guarros, y acabamos metiendo las zapatillas en el río, esas cosas que los críos hacen para divertirse y  que los adultos no pueden disfrutar a menos que tengan servida la disculpa. Afortunadamente nos dejaron palos de bambú para apoyarnos a modo de esquí cienítico, porque la pendiente a veces era de 30 grados y varios minutos, y con un firme tan poco firme y resbaloso más de uno acabó con un test de Rorschach en las posaderas. VT no encontró botas de goma de su talla y tuvo que sacrificar sus zapatillas tenis, rebozadas cual jabalí en charca de lodo.

AL BORDE DEL COSTALAZO

AYUDANTE DE VT...

Las chicas que nos acompañaban eran de la tribu hmong, la misma a la que pertenecen los vietnamitas vecinos de Clint Eastwood en ‘Gran Torino’, si la habéis visto. Casi todas rondan el 1,40 m, y muchas van con un niño a la espalda que no es su hermanito, es su segundo o tercer hijo, por muy jóvenes que parezcan. A partir de los doce años ya empiezan a casarse entre ellos, a falta de otra ocupación, y nos contaron que hasta la llegada del turismo no se mezclaban con las tribus vecinas, que hablan otro idioma y físicamente son un poco más altos y claros por su origen chino. Ahora, con el turismo e internet, parece que están globalizando sus particularidades, como todos los demás, y han dado un salto de varios siglos alentados por las remesas de peregrinos que llegan en forma de dólares, o al revés.

HMONG, LA GUÍA JEFE, 24 PRIMAVERAS

NIÑO TRABAJANDO ENTRE LA NIEBLA

De ahí bajamos para Ninh Binh, una ciudad con poco interés por sí misma, pero con unos alrededores que cunden para varias tiras de postales. Los chicos contrataron un par de motos con conductor incluido, que nos llevaron sobre ruedas por el paraje conocido como la Halong Bay del interior. Son montañas similares a las de la bahía, surcadas por ríos y arroyuelos y cubiertas de arrozales, que pueden servir de colchón en caso de tortazo con la moto.

HOMENAJE A LA HORMIGA ATÓMICA

Pero lo más importante de Ninh Binh es que había llegado el día P, en el lugar V, a una hora cualquiera: el día en que nos encontraríamos en pleno suelo Vietnamita con nuestro amigo Pepe, que tantos partidos tenísticos había jugado en Madrid con VT y tantas cenitas indias rebañado con los chicos. Todo comenzó meses atrás, cuando entre bolas de set o chicken curries salió el tema de la globivuelta:

- Oye, y por curiosidad, ¿dónde estaréis a finales de noviembre? – la pregunta de Pepe parecía con intención.
- Según el planning en Vietnam. Queremos ver Halong Bay, una bahía Patrimonio de la Humanidad que tiene más de 2000 islas…
- ¡¡Venga ya!! – estuvo a punto de agotar la función exclamativa del lenguaje.
- Sí, en serio, son unas formaciones kársticas originadas por meteorización química…
- Ya, ya… si eso ya lo sé… ¡es que en esas fechas yo también estoy de vacaciones en Vietnam!
- ¡Venga ya!... – nos faltó poco para entrar en un bucle.
- Yo voy en viaje organizado, empezamos por el sur y vamos hacia arriba, ¿y vosotros?...
- Justo al revés, del septentrión al meridión…
- Pues siendo Vietnam tan largo y estrecho, según la teoría de la convergencia, deberíamos encontrarnos en un punto intermedio, ¿no?.
- Razón tienes, ¡oh Kallíkrates sapientísimo!…

Por eso, a medida que veíamos que el calendario globero se cumplía y nuestros caminos se iban acercando empezamos a mandarnos emilios, hasta que todo indicó que Ninh Binh era el sitio elegido para encontrarnos:

- Mañana llegamos y pasamos todo el día de excursión, os podéis unir a nuestro grupo –el tour de Pepe iba un poco a la aventura y también elegían ruta sobre la marcha -. Nos quedaremos en el Xuan hotel.
- ¡¡Venga ya!! –esta vez estuvo claro a la primera, ¡estábamos en el mismo hotel!. La casualidad empezaba a formar parte de la rutina.

Por la mañana Pepe vino a buscarnos a nuestra habitación. A los chicos les hizo mucha ilusión ver de nuevo a un viejo amigo, y que les dijera que ni parecían enfermos ni más delgados ni más gordos, sino más bien los mismos. También fue atento conmigo:

- ¡Pero qué pálido y rosáceo se te ve! – era todo un caballero - ¡Y qué jamono que estás!

Eso sí que era un piropo cumbre considerando mi especie. Quise devolverle el cumplido:

- ¡Pues tú eres tan alto como pareces por correo!
- Ah!?… y cómo sabes mi altura a través de los correos?...
- Bueno, es que analizo la letra, gracias a mis profundos conocimientos en Grafolog… - lo dejé ahí, porque VT puso esa cara de picahielos que indica STOP.
- ¿Me analizaste la letra… del ordenador?
- Que te veo bien alimentado, me refiero.

Me encantó conocerlo en persona, por fin, porque cuando estamos en casa los chicos dicen que no es necesario que salude a las visitas, lo que puede traducirse únicamente como ‘a tu cuarto’. Tanto él como su grupo se portaron de maravilla con los chicos. Sólo le vi un pequeño fallo, sin duda de fácil solución: no seguía el bloguiglob J. ¡Uy!, perdón, globiblog.

Bajamos a desayunar y los chicos hicieron un rato el payaso a cuenta de una abeja cocinada que se habían guardado el día anterior, de una especie de snack que ofreció el simpático dueño del hotel. Se habían comido unas cuantas –es un poco como masticar picatostes– y se dejaron una para el día siguiente, que VT escondió entre sus tallarines del desayuno para hacerse el sorprendido delante de Pepe.

- ¡Qué asco!… ¡un bicho en mi plato! -VT puso cara de acelga, al tiempo que MG la pescó y se la trincó a dos carrillos:
- Si son proteínas…

Pepe se escamó ligeramente pero enseguida nos caló. Nos echamos unas risas.

ANTES DE COMÉRNOSLA
Enseguida cogimos las bicis porque ya eran las ocho y había que aprovechar el día. Empezamos a pedalear hacia Tam Coc; nosotros ya habíamos hecho esa ruta antes de que llegara Pepe, pero el paisaje era tan estupendo que merecía una segunda vuelta. Espero que también la haya para el ‘Sábado Noche’ de mi admirado Jose Luis Moreno, aunque ahora no venga al caso. Perdón.
Nos unimos al grupo de nuestro recuperado amigo, encabezado por la encantadora Sandra, experimentada guía y conocedora de todo el sureste, y empezamos a silbar la sintonía de ‘Verano azul’ porque nos sentíamos muy felices, con todo ese decorado espectacular sólo para nuestro disfrute. A Pepe le tocó Pancho, VT se asignó Javi y MG se pidió Tito, -‘porque también era de Málaga‘- justificó él, aunque nosotros encontramos alguna otra explicación. A mí no me dejaron elegir, me asignaron el Piraña porque dijeron que coincidíamos tanto en fisionomía (espero que no se enfade el Pi, porque eso me ofendería a mí), como en carácter, de empalagoso y creidín sabelotodo. Otra puñalada en la quijada. Pese a lo bien que se me da deprimirme por mí mismo, los chicos no pierden ocasión de acelerarme el proceso. Ignoré los comentarios, era un día estupendo y al menos no me tocó Quique, que era más soso que la galleta Barco y hasta la fecha nadie ha sabido qué pintaba en esa serie. Trompi no tuvo papel porque no sabe montar en bici y se quedó todo el tiempo asomado al bolsillo pequeño de la mochila.

SI SE OBSERVA, VT LLEVA UN COJIN PARA AMORTIGUAR
 Enseguida llegamos al embarcadero, en nuestra particular versión de ‘Las bicicletas son para el invierno’. Allí nos esperaba un delicioso paseo en barca entre las típicas montañas vietnamitas y una serie de cuevas que atravesamos impulsados por nuestra remera. Concretamente por sus cuartos traseros:

PIEDALEO

A ellos les parece lo normal, lo hacen con una naturalidad casi cuadrúpeda.

EN BARQUITA
POR EL RÍO

RICAS HIERBAS

De ahí bicicleteamos hasta una cuevecilla cercana, con pagoda incluida, y luego nos acercamos a Mua Cave, un precioso montecillo caracoleado por unas escaleras -cerca de 500 peldaños-, desde donde contemplamos unas vistas abracadabrantes. A babor:

CARA A

Y a estribor:

CARA B

Para rematar llegamos a los vestigios de la antigua capital, Hoa Lu, por un caminillo donde no faltaron ni los bueyes ni los cultivadores de arroz, y donde a los chicos aún les quedaron energías para imitar a Pedro Duque en el simulador antigravedad.

LOS MUNDOS DE ¡YUPPI!

Ese día no comimos mucho –un bocata de lechuga- pero lo pasamos rebien con la compañía de nuestros visitantes en tierra extraña.
Acabamos la jornada jugando con los pequeños Hang y Chan, que habíamos conocido la noche anterior, cuando nos hicieron señales a través de la ventana del hotel para que saliéramos a corretear con ellos. Pensábamos que serían juegos locales, pero a medida que nos lo explicaron todo por señas resultó que acabamos jugando al escondite y a la pata coja, deduciendo que su versión de ‘Barrio Sésamo’ era la misma que la nuestra. No pasa el tiempo por Coco y compañía.

¡BRACINES!
Después de cenar nos despedimos de Pepe y su grupo, casi como Evita en el balcón del palacio presidencial pero sin pañuelo ni balcón, poniendo fin a un día de fábula. Esópica, no de Samaniego.


El resto del viaje por Vietnam os lo describiré someramente; visitamos Hue, Hoi An y Saigón, por ese orden, en nuestra ruta hacia el sur. Había otros lugares, como la zona de Dalat para hacer mototurismo, o Nha Trang para la playa, pero de lo primero ya tuvimos suficiente en Ninh Binh y de lo segundo esperábamos resarcirnos en las tailandesas islas Phi Phi.

En Hue, antigua capital del imperio, se acabó nuestra racha de días de secano. Por primera vez nos llovió de lo lindo desde que empezamos el viaje. En Hue llueve a diario, tiene un microclima especial, apenas hay días claros y por eso todo el mundo sale con los chubasqueros de plástico que se venden por todos los rincones.
Visitamos la ciudad prohibida fortificada, una especie de recinto feudal oriental que alcanzó su apogeo a principios del siglo XIX, en el que solamente podían entrar emperadores, concubinas y visitantes autorizados, bajo pena de muerte para los curiosos.

FUERTE DE HUE

PALACIO


Pero lo que más nos interesaba era la zona desmilitarizada, la famosa DMZ del paralelo 17, la línea de demarcación entre Vietnam Norte y Sur que había sido establecida en la conferencia de Ginebra tras el final de la guerra contra los franceses, y que en la Guerra de Vietnam fue paradójicamente una de las zonas más militarizadas del mundo, donde se libraron algunos de los combates más sangrientos, con cementerios de combatientes, tanques de guerra y alambradas de espino. Por debajo de la DMZ se construyó la línea McNamara, una zona electrificada que servía a los americanos para alertar de las intrusiones vietnamitas y proceder en consecuencia. Pero lo más llamativo es la red de túneles que escavaron los vietnamitas, donde se refugiaron para defenderse de los estadounidenses o atacarlos cuando no los veían. Algunos campamentos americanos se asentaron encima de las excavaciones, pero nunca llegaron a ser conscientes de sus vecinos subterráneos. Ahora las entradas han sido adaptadas a los turistas para que se puedan visitar, pero dentro los conservan con una mínima iluminación para hacerse cargo de las condiciones en que vivían no sólo guerrilleros, sino familias enteras, donde llegaron a nacer varios niños.

POR ESTOS AGUJEROS ENTRABAN Y SALIAN


El siguiente paso de nuestro recorrido, Hoi An, pasaba por ser la ciudad más bonita de Vietnam. Es cierto que por la noche tenía mucho encanto, con sus calles peatonales llenas farolillos chinos y el río con figuras iluminadas, aunque en el fondo nos resultó excesivamente turistizada. Lo bueno es que se podían ver muchas casas y palacetes por dentro, muchas de las cuales tenían dibujada en las paredes la marca del último monzón, cuando el río desbordado entraba en la vivienda, hasta una altura de unos dos metros en algunos casos, y los habitantes se iban a vivir al piso de arriba. Para salir en barca, claro, y por la ventana.

PUENTE JAPONÉS DE HOI AN

PAISANAJE
RÍO BAJO

De Hoi An volamos al sur por 24 euros hasta Ho Chi Minh, antes Saigón, capital económica pero no administrativa (es Hanoi), más grande, más próspera y con muchos más occidentales. De hecho nos quedamos en una zona atestada de mochileros, llena de pubs, comida barata y una marcha comparable a  la  de mi Cuernavaca natal. Nos hicimos la típica foto con la balanza vietnamita, previa propina a la portadora original. Hay que ver cuánto Libra hay en este país.

A LA RICA PIÑA...


A pesar del consumo masivo teteril, Vietnam es el tercer productor del mundo de café, sólo superado por Colombia y Brasil, así que después de tanto tiempo lejos de la cafeína nos tomamos unos cuantos pucherines bien cargaditos, eso sí, edulcorados con la estupendamente típica capa de leche condensada que puede observarse en la base.

LECHE CAFEINADA


Pero lo que más nos impresionó fue el terrorífico Museo de la Guerra, donde se exhiben los estragos que causó la contienda en los vietnamitas -del norte, claro, no hay mención alguna sobre las actividades de los sureños-, especialmente con la utilización del Agente Naranja. Hay decenas de fotos con cuerpos mutilados o llenos de malformaciones, e incluso fetos deformados conservados en frascos de formol. También víctimas de minas antipersona que siguen explotando actualmente en zonas sin limpiar. Queda soberanamente claro lo pérfido de la intervención americana y la despiadada capacidad mortífera que esgrimieron sobre el país.


HORRIPILANTE POR DENTRO, MEJOR FOTO OUTSIDE...
En Saigón hay otra red inmensa de túneles usadas por los guerrilleros del sur a favor del norte, el Vietcom, aunque no los visitamos porque nos dimos por satisfechos con los de la DMZ.

Cuando los chicos se fueron a dormir, Trompi me requirió para una segunda lección de españolo. Se le veía estudioso, así que aguanté un poco el sueño y saqué el puntero láser.

- Bueno, pues hoy vamos a estudiar los ‘palíndromos’ –improvisé un tema al azar de mi amplio repertorio-. Se denomina así a todo vocablo que…
- ¡Trompi no entender! No entender palabra vocablo. Stop. Triqui explicar.

Caramba, la cosa se complicaba antes de empezar. Era escrupuloso el elefantito:

- Vayamos por partes, aplicado discípulo. Un vocablo es una palabra.
- Sí, ya saber, ¿pero qué significar?
- Pues eso, palabra.
- Ah, entender vocablo palabra… ¿Y por qué no decir palabra?. ¡Trompi liar!
- De acuerdo, de acuerdo… ¡qué carácter!. Pues un palíndromo es una palabra o expresión capicúa, como ‘oso baboso’, o ‘Sara Baras’, que se lee igual hacia atrás que hacia delante.
- ¡Ah, sí, sí!... ¡Trompi saber reconocer!
- Claro, Trompi, es muy fácil, sólo hay que leerla al revés y ver si es igual.
- No, no, Trompi decir que saber un palíndromo: ‘reconocer’.
- Ah… esto… síp, síp, querido alumno, veo que lo has captado. Y ahora te sorprenderé con otro: ‘globiblog’, como el que escribo para los chicos.
- ¡No, no!... cerdito tramposo, letras ‘o’ y ‘l’ estar cambiadas, no valer…
- Ah… esto… síp, síp, querido alumno, veo que lo has cap… -eso ya lo había dicho-. Ya me había dado cuenta. Digamos pues que un palíndromo es un vocablo conmutativo.
- ¿Voclavo conmutaqué?... ¡Trompi liar!... Triqui ser más claro… -el pequeño alevín se maravillaba ante mi sapiencia, pero no lo quería ‘reconocer’.
- Oh, narigudín, el producto no se ve alterado por el orden de los factores…
- ¿Y por qué Trompi no entender?... Estar alterado…
- Pues porque unas veces el orden de los factores no altera el producto, y otras veces son precisamente esas alteraciones el factor que puede acabar dando como producto un buen desorden en tu existencia, querido naricín…

El barritudo me miró un segundo con cara de escamado, entre reticente y chafado, como pretendiendo insinuar que le estaba liando. Con lo claro que yo explico, aunque reconozco que a veces tengo problemas para bajar el nivel. Después me desconcertó con una sonrisa pícara, a la vez que se dio la vuelta soltando una frase que me dejó helado:

- ¡Alucino pan de molde! –se dio la vuelta con una carcajada y se sumergió en el bolsillo de la mochila. Cuando pude reaccionar ya estaba fuera de mi vista.
- ¡Oye, que esa es mi expresión de cabecera!, ¡devuélvemela!, ¡que tiene copyright!...

Se hizo el dormido y no hubo forma de hacerle rectificar. Lo intenté con las cosquillas, pero como es tan exotérmico enseguida me entró un dulce soporcillo que me dejó frito. Me había robado mi frase, pero al menos había roto a conjugar su primer verbo.

3 comentarios:

  1. Se hacen esperar las andanzas de "la comunidad" pero merece la pena. Parece que la expresion "engañar como a chinos" toma otro caríz en Asia. Seguid disfrutando y Feliz Año Nuevo.

    ResponderEliminar
  2. Feliz Año Nuevo, casi, casi cuando se publique esta entrada para vosotros. Nos acordaremos mucho de vosotros eta noche.

    Besos

    ResponderEliminar
  3. las fotos de mua cave son fantásticas... tremendo lugar...

    ResponderEliminar