PUERTA DE LA INDIA, MUMBAI |
Técnicamente, los cuatro días que pasamos en Mumbai, el Bombai pre-cursis de toda la vida, fueron perfectos, sobre todo por comparación. Mecano se pasó un par de pueblos equiparándolo con Hawai en su megahit, pero es cierto que por fin encontramos una megaurbe aseada, medio en condiciones, con aceras, con supermercados, con parafarmacias. Y mejor aún, alimentos con conservantes y colorantes añadidos, con garantía total, de los de toda la vida. Sólo algún muerto esporádico en medio de la calle, y una extensión brutal de slams sin millonaires concentrados en las afueras y evitables para el turista escrupuloso. Parecía que la India se iba limpiando la cara a medida que resbalábamos por el subcontinente, para contradecir la habitual supremacía televisiva del Norte. Fue un alivio llegar al tercer mundo procedentes del Purgatorio, incluso fantaseábamos con ponernos un poquillo enfermos, para ser atendidos en un mediocre hospital. Y nos encantaron las instructivas pegatinas traseras de muchos de los vehículos de la que nunca fue capital de la India: ‘Dejemos de escupir: paremos la tuberculosis’. Así me gusta, que se pongan exquisitos.
Pero no todo cambió a mejor, por lo que os contaré. Sucedió en el tren, a mitad de nuestro camino a Mumbai. Intentaba conciliar el sueño en el bolsillo delantero de la mochila, que es mi preferido por la frescura y el acceso directo al mp4, que tantas noches me ha acompañado. Un ruido de cascanueces o similar provenía del interior de la mochila, y me sentí tan inquieto que salté afuera a investigar. Cuando abrí la cremallera y encontré aquello no daba crédito ni débito:
- Por Tales de Mileto, ¿quién eres tú, zooplasto?... ¿de dónde sales?... ¿qué haces en mi mochila?...
Un ser con una nariz enorme, aplasfocado y endomorfo, que hubiera servido de ejemplo típico de la modalidad de pícnico en los libros de Psicología, me miraba con expresión bobalicona desde el fondo de la mochila, mientras sus torpes patas epilépticas crepitaban entre un montón de cáscaras que antes contuvieron mis cacahuetes. Habría jurado que era un elefante, pero tuve que sacar la lupa del microscopio para estar seguro.
- Trompi saludar a ti, amiguito – el paquidermo rompió a balbucear.
- ¿Trompi?... ¿pero qué pancetas?... ¿qué haces en mi apartamento?...
- Trompi saludar a ti…
El amasijo de cartílagos no parecía muy espabilado, así que fui corriendo hacia los chicos y les arranqué los auriculares para darles la noticia:
- Espero que sea importante, acabas de interrumpir a Lady Gaga – MG enarcó las cejas como dos parapentes.
- ¡Tenemos un polizón, es oblongo, parece inofensivo pero se ha trincado mi comida!
Los chicos, estupefactados, se quedaron neques con el notición. Seguí con mi crónica, rememorando mis momentos como becario de Rosa María Calaf:
- Es un mamífero plastilinoso, parece un ejemplar de subespecie gamusina. Tengo que estudiarlo un poco más, pero intuyo que su cociente intelectual es de una sola cifra. Parece un poco cateto, con una larga trompa en forma de hipotenusa, plegada sobre el frontal. Barrita intermitentemente al hacer la digestión, y de momento no he visto signos de peligrosidad ni apariencia de enfermedades infectocontagiosas. Triqui, todo noticias - me gustaba acabar al estilo Reuters-.
Pasaron diez segundos, luego veinte. Pasó un camarero. Pasó un palmeral por la ventana. Pasó la canción de Lady Gaga, y no sabía si los chicos estarían pasando de mí.
- ¿Qué pasa, chicos? - yo también estaba sobrecogido, no sabía qué ocurriría cuando llamáramos a la policía para deshacernos del trompitudo.
Los chicos seguían en estado catatónico, pero era normal, suelo ser el fuerte en esta clase de circunstancias.
- Siéntate, Triqui, tenemos que hablar – VT puso cara de espesa gravedad.
Algo olía a podrido en sus semblantes, y efectivamente en los minutos siguientes creo que no fui capaz de respirar. Empezaron a contármelo, así, sin anestesia, pero con tres semanas de retraso. O sea, que el bicho estaba con nosotros… ¡desde Nepal!. Que hacía autostop, para ir a buscar a su familia, que vive en Bali, que les dio pena, que decidieron enmochilarlo, ¡y que no me lo dijeron para evitar el ataque de celos!
Me dio un mareo. No podía creer que fuera cierto, ¡me habían estado ocultando la presencia del estulto paquidermo a sabiendas!. Sé que por defecto suelen cometer algún exceso, pero esta vez habían cruzado la frontera.
De repente me volví a sentir minúsculo, como cuando los chicos tienen visita y me colocan en la repisa, inmovilizado entre dos libros, para que no dé la nota ni se note que estoy. Estaba claro que no querían que viniera, y ahora se notaba que me querían sustituir.
Me metí en mi bolsillo de la mochila, suponiendo que aún fuera mío, y me quedé a solas con mi inmensa desolación. Después de un largo rato de agónica impotencia, decidí pasar el resto del viaje, las veintiséis horas que duró el trayecto hasta Mumbai, encerrado en aquel rinconcito del microcosmos, y para no oír al barritudo okupa del bolsillo vecino me acoplé el mp4 y estuve escuchando al único que me devuelve un poco la alegría en los momentos difíciles: Rockefeller, el cuervo de mi admirado Jose Luis Moreno, gran maestro del humor.
Cuando llegamos a Mumbai yo estaba desolado. Además, ahora, descubierto el pastel, el elefante de marras había decidido no ocultarse y los chicos me dijeron que nos acompañaría a todas partes. Decidí recoger los pedazos y reconstruir mi vida, intentaría no mostrarme afectado aunque el calibre de la ofensa redefiniera el concepto de traición.
Dejamos el equipaje en las taquillas de la estación, porque llegamos sobre las 15h y nuestro couchsurfing no estaría en casa hasta las 20h, así que aprovechamos para ir a ‘La puerta de la India’, como la de Delhi o la de Alcalá, pero en el barrio de Colaba.
Allí, a orillas del Índico, se erigía el otro Taj Mahal, no el mausoleo, sino el conocido hotel donde Esperanza Aguirre se alojaba cuando ocurrió el famoso atentado de hace un par de años. Al parecer estaba en el mostrador cuando sucedió, tuvo que arrastrarse por las cocinas, trepó por algún electrodoméstico, añadió al menú una línea con ‘callos a la madrileña’ cuando no la veían, y finalmente pudo salir por una puerta trasera.
Todo el mundo se inmortalizaba allí, porque es famosísimo y muy caro y eso incrementa su interés fotografiable.
CALCETINEANDO ESTILO ESPE |
Nosotros entramos para evaluar la calidad del habitáculo y decidimos que no era para nosotros, tan lujoso como el Burj de Dubai, pero demasiado Popular.
AQUI FUE EL BARULLO... |
Como estamos lejos pero estamos informados, sabemos que Michelle ha querido imitarnos y le ha dicho a Barack de hospedarse allí estos días pasados que han estado los USAs de visita en las indias. Marcamos tendencia…
Echamos la tarde viendo los enormes edificios mumbaianos, de estilo imperio, -como las chaquetas de la aguerrida doña Espe-, todo muy british y muy classic, y fuimos a casa de Kurien, nuestro hospedador.
PALACIO DE JUSTICIA |
ESTACION VICTORIA |
Nos recogió en coche y nos llevó a su piso con habitación y baño, que en la India es un lujo asiático. Nos trató genial: nos sacó a cenar, nos hizo la colada, nos preparó el cafété, nos hizo de asesor turístico… Nos sentimos tan abrumados que estuvimos a punto de pedirle un recogedor, para nuestra cara, que se nos estaba cayendo de vergüenza. Qué majo.
KURIEN, ALIAS 'KC' |
Por la noche, al repasar el blog, vi algunos comentarios que entretuvieron un poco mi desdicha. Una tal Alison, que se llama igual que mi prima de Dakota (del sur), y una tal LaMari, sin duda dotadas de un gusto exquisito, denotaban un enorme estilo reconociendo el mío. Además evidenciaban ser de las pocas personas que decían leer el blog y que encima lo leían, porque sé de muchos que no se atrevieron a publicar y comentaron a los chicos, por otros medios, que se me estaba yendo de largo y tal y Pascual, y que hay persianas que se enrollan menos que yo. Pues a partir del próximo post en lugar de entradas haré entradillas, fast blog, quick-posting, porque además así reservo mi talento para cuando publique mis acotaciones a la obra de Shakespeare.
Pero lo que me dejó boquiabierto fue otra cosa. Había estado pensando durante el día que el elefante invasor se me hacía ligeramente familiar, como si su elíptica figura se hubiera ya cruzado con mi ínclita existencia. Y efectivamente, allí, en la foto de Gorakhpur, en la que aparecemos con las chicas alemanas… ¡estaba él!. Hice un zoom para asegurarme pero no había duda, un poquito más abajo y a la izquierda de la coca cola, Trompi posaba con total descaro. Supongo que en aquel momento, cuando lo vi para ignorarlo, ¡pensé que acompañaba a las chicas!... Me la habían pegado pero bien. A partir de ahora intentaría no pensar en mi desdicha, aunque vigilaría con detenimiento los pasos del pequeño Dumbo.
Al día siguiente salimos a caminar por el paseo marítimo de la bahía, que es bastante bonito exceptuando el tramo de playa, sólo apta para cuervos.
Al día siguiente salimos a caminar por el paseo marítimo de la bahía, que es bastante bonito exceptuando el tramo de playa, sólo apta para cuervos.
- Hola, chicos, somos de la tele, ¿os importaría responder a unas preguntitas? – una chica con alcachofa, un chico con cámara y dos chicos de sonido esperaban respuesta.
- Eh… pues esto… es que así de repronto… - MG dubiteaba.
- Ah… eh… ¿son de matemáticas?... – VT intentó ganar tiempo.
- No, son cuatro cositas, es para un programa nacional – la chica parecía preparada para cualquier estupidez.
Yo me hubiera ofrecido, dada mi experiencia ante las cámaras, pero estaba demasiado enfadado con los chicos y decidí castigarles con mi indiferencia.
- Pues casi que tú, MG, que para eso te tiraste tres meses en Londres dándole al inglés – VT se quiso quitar de en medio.
- No, pero tú mejor porque así yo hago las fotos – empezó el partido de ping pong.
- Ya, pero es que las fotos las puedo hacer yo también, que tengo dos manitas.
- Sí, pero es que tú tienes que grabar.
- Pues grabo con la derecha y fotofinco con la izquierda.
- Pues no, majete, porque la última vez te salió un churro – MG quiso rematar.
- Pues claro, porque te filmé a ti, jé… – passing shot de VT…
…
Total que al final:
- Vale, pues allá voy, pero luego no te quejes, chavalín – MG claudicaba.
- Ajá, o sea que entonces vas tú…
- Sí, venga, dentro cámara – con decisión.
- Pero espera, espera, es que bueno… que ya voy yo, venga, que no te quiero forzar – VT cambiaba negras por blancas.
- No, si ya me he hecho a la idea…
- Tranqui, que no me cuesta nada.
- No, si a mí tampoco…
- Ya, pero es que tú sales siempre, tío.
- ¿Cuándo he salido yo?... Si sales tú siempre…
- Macho, déjame esta vez, que llevo grabando yo desde Atenas.
- Pero si no querías…
- Ni tú tampoco…
Al final salió nones y le tocó a MG.
INDIAN INTERVIEW |
- ¿Qué es para ti la felicidad? - la reportera empezó con una facilita.
- Eh… uh… ah… ¿VT, sigues queriendo?
- No, gracias, tú responde, que yo también te estoy grabando…
- Pues esto… eh… ah… uh…
Le preguntaron también lindezas del tipo: ‘¿qué haces cuando sientes pena?’… ‘¿cuál es para ti el dolor más fuerte?’… ‘¿por quiénes sientes amor?’… ‘¿qué sacrificios haces por tus semejantes?’... Algo como ‘¿a qué huelen las nubes?’, habría quedado hasta elegante. Omito las respuestas por vuestra salud gastroesofágica.
MG se estaba también por preguntar; ‘¿cómo va la secta, se nota la crisis?’…, pero entonces cambió el tono de la entrevista:
- ¿por cierto, ves la televisión?
- Ein … pues sí…
- ¿Y sabes quién la inventó?
- Eh… anda, pues ahora mismo tengo un lapsus… – (¿y esto a qué viene?...)
- Vale, ¿y el teléfono móvil?
- Pues a ver, el teléfono sí, pero tú dices el móvil, ¿no?...
- Gracias, no más preguntas…
Kurien nos lo explicó en casa: el programa era nacional, pero no precisamente el telediario, sino una especie de humor de relleno. Las primeras preguntas eran para despistar y las últimas las difundían para demostrar el culturón técnico del populacho. Menos mal que MG tiene disculpa porque nunca ha estado implicado en temas de televisión. Ejem… Después de esto no nos reclamaron para ninguna película de Bollywood, con lo que afortunadamente el ridículo quedó reducido a una minúscula audiencia potencial de 1100 millones de personas.
Los días posteriores visitamos la casa de Ghandi, por donde pocos días después también pasarían los Obama. Como figura ilustre no tiene competencia, la cara del Mahatma aparece en todos los billetes rupiosos que circulan por el país, así que no hay un solo indio que no adore su estampa. La casa tiene tres plantas y está empapelada con fotografías y objetos suyos, además de las cartas que escribió a Einstein, Roosevelt o Hitler, algunas con respuesta de algún susodicho. En la secuencia de fotos se aprecia la evolución de su apariencia, desde su temprano aspecto de buen niño rico hasta su calaveriana y austera madurez envuelto en una sábana y rodeado de mandatarios de todo el planeta, como símbolo de la revolución no violenta.
Otro día viajamos a la isla de Elephanta, a una hora en ferry desde la Puerta de Mumbai, donde hay siete oscuras cuevas de roca escavadas y decoradas con motivos y estatuas del dios Shiva, algunas de las cuales son acéfalas porque a los portugueses se les ocurrió practicar con ellas el tiro al negro en el siglo XVII. El sitio está lleno de monos que no paran de hacer cosas de monos, ya me entendéis, para tener más monos.
Mumbai es la ciudad más húmeda que nos hemos encontrado, se puede beber el agua dejando un rato la boca abierta, y el día que fuimos a Elephanta, aunque sólo estábamos a unos veinticinco Celsius, la camiseta de VT parecía una Ballerina recién sacada de un pantano.
INCOGNITA DIVINIDAD |
CUEVA ELEFANTIASICA |
Por la ciudad nos movíamos en los trenes locales, en esos vagones hiperpoblados en los que la presión hace a la gente rebosar por los costados. Curiosamente son de lo más puntuales, aunque eso implique que la gente se suba y se baje en plena marcha para mantener el grado de inseguridad del transporte público. Uno no sabe dónde acaba un individuo y empieza el siguiente, y se pregunta si las piezas podrán separarse al salir. Las mujeres tienen vagones específicos aunque pueden escoger ir en el de hombres, cosa que rara vez ocurre por razones casi anticonceptivas. De todas formas el papel de la mujer en la India, más que secundario, se reduce a un cameo: casi la totalidad de los puestos de trabajo están absorbidos por el género masculino, incluso la cantidad de mujeres que se ven por la calles es muy inferior al de hombres.
Por la noche me encerré en el bolsillo delantero e intenté concentrarme en mis tareas rutinarias, para aplacar siquiera un poco el dolor de mi despecho. Estuve un rato perfeccionando mi técnica para escribir en la oscuridad, que de vez en cuando practico por si alguna vez soy secuestrado y piden por mí un importante rescate. Como nadie dará un euro por mi cocha existencia, podría ser una nota redactada en la negritud del zulo y arrojada por la almena de la torre castelar la clave para mi salvación.
También ensayé un par de personalidades alternativas, una para caer bien a mis futuros secuestradores, incidiendo en el síndrome de Estocolmo, y otra para mendigar un nuevo alojamiento el día que los chicos me abandonen. Algún día dominaré tan bien esta disciplina como Jose Luis Moreno.
El lunes lo teníamos planeado desde hacía unas semanas, porque habíamos concertado una visita con Jaume Sanllorente, el fundador de 'Sonrisas de Bombay', una ONG dedicada a la escolarización de niños sin recursos de los slams más pobres. Descubrimos la organización y a Jaume en ‘Duty free’, el programa sobre viajes de Javier Sardá. Decidimos escribirles, ellos decidieron contestarnos, muy amablemente, y nos vimos en su sede junto a otros dos visitantes, madre e hijo catalanes, que eran socios y colaboradores desde hacía tiempo. Nos llevaron a dos de las escuelas que habían montado, en pleno slam, con niños encantadores, muy bien educados, igualito que en España, y que nos hicieron una exhibición recitando el alfabeto, canciones y poesías indias.
RECITANDO POESIA |
Las profesoras locales les habían enseñado cómo comportarse, pese a lo pequeñines que eran, y atendían las explicaciones con toda seriedad. La ONG hacía seguimiento de los niños a partir de los seis años, cuando supuestamente deben ser integrados a la escuela estatal, para que ese supuesto improbable se convirtiera en factible. La señora catalana quería ofrecerse a colaborar in situ, trabajando con los niños, pero esto no era posible porque los trabajadores, con buen criterio, debían ser locales para fomentar el empleo entre la población india y porque conocían perfectamente los vericuetos del slam y peculiaridades de sus gentes.
Los chicos y yo les llevamos unos muñequitos de regalo, pero fue Trompi, que ni siquiera había pensado en el detalle, el que tuvo que dar la nota:
- Trompi quedarse a vivir con niños para entretener niños - el tío soltó esa redundante barbaridad.
- Ohhhh, Trompi, ¿estás seguro?... pero es un tanto precipitado, tu familia te espera en Bali… ¿harías eso por ellos? – MG se dejaba impresionar con facilidad.
Lo hacía por degradarme, por parecer bondadoso, porque los chicos le valoraban hasta los detalles más insignificantes. Ya me había quitado la mitad de la mochila, y ahora quería reescribir el cuento del príncipe y la golondrina, para pisotearme con su generosidad.
- De eso nada – tuve que terciar -, serías una carga más.
- Pero Trompi ya se ha ofrecido – el narigudo hablaba consigo mismo.
- ¡Pues desofrécete! – tuve que atajar.
- Es un gesto precioso, Trompi… pero quizá sea suficiente con que les entretengas un ratito, con aquello que hacías en el valle cuando nos encontramos – VT me dejó mosca, no me habían contado ni la mitad.
El pequeño dirigible se puso a brincar, hizo dos o tres simples saltos mortales, alguna cabriola de salón y lanzó cacahuetes a los niños, con un éxito que no llegué a entender. El mundo se estaba volviendo loco a mi costa.
Cuando volvimos, Jaume nos explicó un montón de cosas sobre la organización y toda la gente que ha sido beneficiada desde que la fundara hace seis años, y nos dijo cómo surgió el proyecto, a raíz de un viaje de vacaciones que hizo a la India y en el que se quedó impactado por toda la miseria de la gente sin recursos. Un orfanato estaba a punto de cerrar y los niños irían a la calle, así que vendió su piso en Barcelona, salvó el orfanato, se afincó en Mumbai y creó la ONG, que ahora ayuda además a pacientes con lepra, gente sin empleo, intocables… Un montón de personas de las que según dice recibe mucho más de lo que da. En 2007 publicó el libro “Sonrisas de Bombay. El viaje que cambió mi destino”, en parte por las amenazas de muerte que recibió de las mafias locales de Mumbai al denunciar la explotación de menores en prostíbulos de la ciudad. Lo leeremos en cuanto tengamos oportunidad.
Nos contó todo con un entusiasmo contagioso, aunque también se emocionó al recordar los momentos duros, como el funeral hacía sólo tres días de una compañera de la organización que acababa de morir por malaria con sólo 27 años. Él mismo había salido del hospital por la misma causa hacía un par de semanas. Todo iba tan rápido que tenían que asimilar las cosas a gran velocidad. Salimos un poco mareados, desde luego hay gente en este planeta bastante especial...
Al día siguiente salimos en tren para Kerala, el paraíso prometido del sur, donde supuestamente podríamos pasar unos cuantos días playeros y perezosos, aderezando con algo de vagancia total nuestra actual vagancia parcial.
Simplemente y esperando que Triqui n se ofenda por la intromision, os dejo el enlace web de Sonrisas de Bombay por si a alguien le ha picado un poquito el gusanillo.
ResponderEliminarhttps://www.sonrisasdebombay.org/
Triqui, te veo un tanto cabizbajo con el asunto Trompi. No creo que debas preocuparte, veo difícil prescindir de un docto bloguero como tú. Para mí que en lo de la foto con las chicas alemanas hay truco, veo algo raro.
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