En San Pedro de Atacama contratamos un viaje de tres días que nos llevaría hasta Uyuni, en Bolivia, y que se conoce como una de las mejores excursiones del mundo, apreciación que compartimos completamente después de disfrutar del alucinante recorrido. Nos costó decidirnos, porque en Bolivia estaban de protestas por la subida de la gasolina (benzina), y se hablaba de cortes de carreteras, tumultos y manifestantes muertos, lo que nos hizo sopesar la decisión, aparte de que la información de las agencias variaba desde la inocuidad total hasta la recomendación de no viajar. Al final nos aprovisionamos de hojas de coca y nos dispusimos al abordaje del altiplano, donde comenzaba el ascenso a la meseta coronada por los Andes y aderezada por el soroche a más de 4000 metros de altura. Nos salió por unos 80 euros, aunque el valor está muy por encima del precio.
Durante los dos primeros días nos condujeron en un Land Rover por la zona desértica de las lagunas verde, blanca y colorada (la primera en las faldas del volcán Licancabur), que responden a sus nombres y están llenas de flamencos de distintas especies, algunas únicas en el mundo, como el flamenco de James.
El recorrido es espectacular y nos hizo un tiempo excelente, ni demasiado calor, ni demasiado viento, ni asomo de frío (excepto por la noche), y por supuesto nada de lluvia. Vimos el valle de Dalí y los ‘géiseres del sol de la mañana’, y pasamos noche en un refugio que no era más que una casa de piedra con habitaciones perdida en medio de la nada, con cuartos comunales y camas con colchones de muelles de los que se clavan un poco en la estructura humana. Durante el día había que andar todo el rato a cámara lenta por la altitud, porque la presión parcial del oxígeno es una tercera parte de la que hay a nivel del mar y a la mínima se disparan las pulsaciones, pero donde más se nota es a la hora de dormir, cuando uno está acostado y sin venir a cuento el corazón se pone a bombear a toda velocidad y parece que va a bajar las escaleras y correr colina abajo hasta darse un baño en la laguna Colorada. Mucha gente pasó en vela la primera noche, bastantes teníamos un ligero dolor de cabeza, y alguno que otro llegó a vomitar por las naúseas. Lo curioso es que en estas condiciones uno se vuelve rápidamente un experto en altitud; la primera noche dormimos a 4300 metros, y cuando la segunda bajamos a 3700 nos sentíamos mucho mejor, porque a esos niveles 600 metros más o menos parecen un mundo.
Pese al soroche y que no nos duchamos en todo el recorrido, el trayecto merece la pena con creces, y está rematado apoteósicamente el último día con el salar de Uyuni, el más grande del mundo, una inmensa planicie blanca de 12000 kilómetros cuadrados. La capa más superficial tiene 10 metros de profundidad de pura sal, pero las capas sucesivas que se mezclan con barro lacustre llegan a los 120. Los operarios de la Comibol acumulan la sal en montoncitos para que se seque mejor antes de recogerla. También se obtiene boro, potasio, magnesio, bórax y sulfatos, además de ser la mayor reserva mundial de litio, que sin embargo es de difícil extracción por falta de agua.
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VENDEDORAS |
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MERCADO DE CALLE |
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MERCADILLO INTERIOR |
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TEPESKÉ |
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HI ! |
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CON MARC... ESTA SALIÓ MOVIDA |
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LOTO DEVOTO |
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ME LO LLEVO... |
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ÉL BAILA SOLO |
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MONTONCITOS PA LLEVAR |
Nos despedimos de nuestro conductor todoterreno, que hablaba aymara y algo de guaraní, y desde Uyuni nos fuimos a Potosí con Marc, un chico catalán muy majo que estaba en nuestro grupo y se nos unió porque compartíamos ruta. Potosí está a más de 4000 metros, es la ciudad más alta del mundo, y cada vez que su equipo de fútbol juega en casa recibe críticas del resto de las selecciones por lo peligroso que resulta para los jugadores hacer deporte a esas alturas. Creció en el siglo XVI alrededor del mítico cerro Rico, que contenía la mina de plata más grande descubierta hasta la fecha. A principios del XVII la ciudad estaba más poblada que Londres o París, ya que la gente llegaba a riadas atraída por las ganancias que surgían en forma mineral. La ciudad se llenó de salones de baile, teatros, iglesias (hasta 36), y los pobladores gozaron de un lujo que se plasmó en la cervantina cuña ‘valer un Potosí’, que reflejaba la leyenda que llegaba sobre las magníficas riquezas del otro lado del Atlántico. Para la explotación de la mina se utilizaron cientos de indígenas en condiciones infrahumanas, que a medida que fallecían iban siendo sustituidos por esclavos africanos.
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BUS NOCTURNO A POTOSI, 6 HORAS |
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EL CERRO RICO |
Actualmente las reservas de plata están prácticamente agotadas, sólo quedan residuos de menor calidad y estaño, que siguen siendo el sustento de los pobladores de la zona. La montaña está prácticamente hueca, inundada de túneles de diferentes compañías que siguen explotándola metiendo a sus trabajadores con cargas de dinamita para alargar los pasadizos e intentar localizar una nueva veta de plata.
Contratamos una visita que resultó bastante claustrofóbica y nos hicieron un recorrido de aproximadamente un kilómetro dentro de la mina. En muchos tramos hay que agacharse y la sensación de ahogo puede ser bastante intensa, especialmente en las zonas de ‘cambio de nivel’, donde se pasa a un corredizo de distinta altura y hay que arrastrarse reptando a través de un agujero por el que cabe poco más que un cuerpo humano. La verdad es que nada más adentrarnos en las fauces de la sima nos dieron ganas de salir, porque está completamente perforada con túneles de distintas compañías que no se coordinan a la hora de socavar y los derrumbes son bastante frecuentes. En la mina pudimos ver ‘jóvenes’ mineros con aspecto de ultratumba, con los carrillos deformados de tanto mascar coca y la dentadura destrozada por el efecto de los alcaloides. Nos aconsejaron que les lleváramos coca para mascar, algún refresco y un poco de dinamita a modo de regalo.
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UNA BOCAMINA |
En 2005 se filmó un documental titulado ‘La mina del diablo’, en torno a Basilio Vargas, un niño de 14 años a cargo de su familia que trabaja manipulado dinamita en la mina ‘que come hombres’, donde se adora a Satán y donde han muerto cerca de 8 millones de personas desde sus comienzos, en todo tipo de accidentes. La esperanza de vida de los trabajadores apenas sobrepasa los treinta años, aunque mueren con el aspecto de un anciano.
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OPERARIO |
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SALIENDO DE UN AGUJERO OSCURO, MASCANDO COCA |
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POR EL TUNEL |
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KILÓMETROS ASÍ |
A la salida de la fosa vimos las precarias instalaciones de procesado de la piedra, donde se obtiene finalmente una espuma de plata que luego se filtra para aislar el elemento. Existe el proyecto de vaciar completamente la montaña conservando la ladera externa, de forma que quede completamente hueca y sea más fácil acceder al material, pero aparte de ser un proyecto caro para el que no hay dinero, dejaría sin trabajo a muchas familias que actualmente tienen la fosa como único sustento.
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PROCESADO DE LA MINA |
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LA CIUDAD DESDE EL CERRO |
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EL CERRO DESDE LA CIUDAD |
La ciudad de Potosí refleja el antiguo esplendor colonizador y tiene un encanto barroco innegable pese a estar en cuesta y con un desnivel de cientos de metros entre las partes más alta y más baja. Además coincidimos con las procesiones de Semana Santa y se respiraba un ambiente de fiesta mortecina en toda la ciudad, con un fervor religioso que nos recordó al de la España franquista.
Aparte de la mina, visitamos la catedral gótica, varias iglesias, y la Casa de la Moneda, uno de los edificios más emblemáticos de América Latina, donde se acuñaban los pesos y reales de la época por cientos de miles.
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CENTRO DE POTOSÍ |
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PLAZA DE LA CATEDRAL |
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IGLESIA, UNA DE MUCHAS |
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PROCESIÓN DE SEMANA SANTA |
Desde Potosí descendimos hasta Sucre, la ciudad blanca, capital constitucional de Bolivia. Las paredes encaladas, los techos de barro cocido espolvoreados con cal y la gran cantidad de parques y plazas construidas hacen de ella uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura colonial. Nos abandonamos al relajo, la visita de iglesias y la degustación del pastel de choclo (maíz), quinoa (un cereal que parece cuscús), salteñas (empanadas de caldo de pollo o ternera), fricasé (caldo de carne de cerdo con papas) y demás.
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CENTRO DE SUCRE |
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SUCRE |
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PLAZA |
De allí saltamos hasta La Paz, donde nos alojamos por couchsurfing en casa de Miguel, un biólogo que se estaba construyendo un chalet (sin acabar) en la zona baja de la capital, que es la más cotizada por tener más calidad ambiental, esto es, más oxígeno, ya que ronda los 3400 metros de altitud frente a los más de 4000 de El Alto, la parte más elevada.
La Paz es una ciudad increíble, estéticamente de las más impresionantes que hayamos visto, con forma de caldera y con la Cordillera Real al fondo coronada por el monte Illimani, un coloso de 6462 metros. Las casas o chamizos tapizan las faldas de las montañas que aparecen completamente recubiertas excepto en zonas donde ha habido corrimientos de tierras por las lluvias, y el lecho blando se ha desprendido con edificios enteros ladera abajo. Gran parte de las laderas son de arenisca o arcilla, por lo que la sujeción a la roca es muy inestable y unas simples precipitaciones hacen que las viviendas más precarias se desmoronen por distintas zonas de la ciudad. Miguel vivía al lado mismo del ‘Valle de la Luna’, una zona que parece un bosque de estalagmitas (similar a la del ‘Bosque de las ánimas’), donde se pueden observar perfectamente las secciones de arcilla que sucumben fácilmente a un hábil golpe de mano, en alguno de cuyos tramos no nos sentíamos demasiado seguros.
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VALLE DE LA LUNA |
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PARECE UN TERMITERO GIGANTE |
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CASA DE MIGUEL |
El centro de La Paz es la plaza Murillo, el kilómetro cero de Bolivia donde se emplaza el Palacio Legislativo, lugar de trabajo de Evo Morales. La población estaba revolucionada por el aumento del precio de la benzina un 86% en cuatro meses, y porque los funcionarios habían visto recortados sus salarios a causa de la crisis. Gran parte de la población se dedica al mercadeo de todo tipo de afiches, desde comida a tecnología. Nosotros le compramos una llave USB que parecía una ganga a una señora que tenía un puesto en la calle, y efectivamente no funcionaba, con lo cual al día siguiente tuvimos una conversación dialécticamente comprometida para que nos devolviera nuestro dinero.
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PALACIO LEGISLATIVO |
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NOS VENDIÓ UN USB UN POCO ESCACHARRAO |
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PEZQUEÑINAS |
El centro de la ciudad es muy interesante para recorrer a pie, colorido y lleno de vida, con mucho comercio y algo estrepitoso por el tráfico de las calles principales. Nos encantó la basílica de San Francisco y sus alrededores, donde vendían patas de conejo disecadas como amuleto de la suerte (de la buena).
La población indígena ocupa el estrato social más bajo, la mayoría carece de estudios y muchos de ellos hablan el quechua o el aymara, aunque más o menos se defienden en castellano. Normalmente viven en chabolas en el Palo, la zona más alta, donde subimos por unos pocos bolívares en un minibús para contemplar la ciudad en lontananza. Previamente habíamos estado en el cerro Laikakota, en el centro de la población, desde donde también se tiene una perspectiva estupenda y más cercana del valle paceño.
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DESDE LAIKAKOTA, CENTRO CIUDAD |
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AL SOL CON LOS PEQUES |
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PLAZA MURILLO |
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VIDA EN LA CALLE |
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TRES GENERACIONES |
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DESDE EL ALTO |
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A LA COMPRA |
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SAN FRANCISCO |
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PEQUEÑOS BUSCAVIDAS |
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REGULAN EL TRÁFICO |
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PANORAMA DESDE CASA DE MIGUEL |
Después de tres días en La Paz nos fuimos hasta el lago Titicaca, que comparten Bolivia y Perú y es el lago navegable más alto del mundo, recibiendo agua de más de 25 ríos de las inmediaciones. Para llegar hasta Copacabana, una población de unos 6000 habitantes a orillas del pantano, hay que salvar un trecho de agua donde se monta el autobús encima de una balsa de madera que llega bamboleándose a la otra orilla. Los pasajeros se bajan del bus por seguridad, claro, y pasan en una balsa aparte por si las moscas. En Copacabana se encuentra la basílica de la Virgen del mismo nombre, que es la receptora de las advocaciones más devotas de Bolivia, donde acuden peregrinos para rezar ante la imagen mariana más famosa del país.
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BASÍLICA DE LA VIRGEN DE COPACABANA |
Hay una plaza central con un mercado típico boliviano, con verduras de la zona y carnes rojas expuestas al aire llenas de moscas. En general se come bien, y hay que probar la tradicional trucha del Titicaca, que se nos antojó muy similar a la de aquí.
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BEBIDA AUTÓCTONA |
Fuimos a visitar la isla del Sol, la más grande del lago, donde los antiguos pobladores incas construyeron un templo dedicado al Inti (Sol), del que ahora sólo quedan las ruinas, junto con algunos restos arqueológicos más de menor entidad y un montón de leyendas asociadas, como la de que fue cuna de la civilización inca, donde vivió durante más de un siglo un enorme puma hijo del dios Sol.
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ISLA TITICÁTICA |
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ENORME TITI |
Pasamos un par de noches contemplado las magníficas puestas de sol antes de partir hacia Perú, nuestra última posta.
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INCREÍBLE ATARDECER |
Me parece que falta algo de información sobre los inconvenientes de la altura :)
ResponderEliminarVenga, que ya falta solo la entrada de Perú.