domingo, 14 de noviembre de 2010

8. CHINA (I): BEIJING y SHANGHAI


GRAN MURALLA CHINA

El avión nocturno de Bangalore a Beijing se tomó sus ocho horitas. El tiempo tiene la fastidiosa costumbre de avanzar siempre hacia adelante, pero si además uno viaja hacia el este, desamanece y amanece a toda velocidad. Vi salir el sol por la ventanilla derecha del avión, y me recordó a esa inmensa bola de fuego que aparecía al comienzo de ‘El hombre y la Tierra’, cuando sonaban los primeros acordes de la inolvidable sintonía. Me puse en el mp4 la canción ‘Amigo Félix’, que dedicaron Enrique y Ana al docto naturalista cuando Enrique era Enrique a secas y aún no se había caído al pozo, y le di al reply automático para escucharla muchas veces. Cuando me gusta algo, lo sacrifico hasta el final.

Antes de nuestro paso por China debíamos haber celebrado una reunión, porque había que elegir. El gigante asiático era cuasi-infinito, de una enormidad elefantiásica, como el tarugo de Trompi, prácticamente inabarcable, así que dudo que nadie lo haya visitado nunca. En su completitud, quiero decir. En nuestro caso sería tan absurdo como intentar plegar una maleta para meterla en la ropa, o tratar de descender hasta la cima. Además yo llegaba con reparos, porque no me apetecía acabar mis días en salsa agridulce. Se imponía un debate o akelarre para trazar la ruta. Quise asesorar a los chicos, dados mis amplios conocimientos geo-demográficos, pero pasó lo de siempre:

- Según mis estudios sobre Marco Polo, si comenzáramos el trayecto en el paralelo 32, a la altura de Qinghai, podríamos descender el Yang Tse en kayak con facilidad hasta la presa de las Tres Gargantas, lo que nos llevaría tres días y dos noches, tras lo cual acamparíamos en Wuhan para estudiar el ecosiste…

VT me interrumpió:

- Pero Triqui, de qué hablas… Hace semanas que MG y yo tenemos hecho el plan… ya te lo hemos contado, a ver si escuchas… ¿cómo crees que conseguimos los couchsurfings, repentizando?... Hay que trabajar con cierto margen…
- Esto… oing… gong… -me puse nervioso- ¡no me habíais dicho nada!
- Vives en Triquilandia.

MG me soltó un panegírico: que como China ha superado recientemente en población urbana a la rural, como ha pasado del comu al consu y casi hipercapitalismo, y como algunas ciudades se han desarrollado en los últimos diez años a una velocidad sólo comparable a la de la subespecie bisporus, del champiñón común, pues íbamos a visitar las urbes de la costa este, y el interior de la mandarina se quedaría para otra ocasión. Que lo habían decidido leyendo las Lonely Planet que les pasaba su amigo AS, que por cierto era seguidor del blog, -o a veces predecesor, porque se adelantaba a nuestra ruta-. Y que no se podía estar todo el día en las nubes, o en mi caso en las cochineras, y que si tenían que volver a repetírmelo me iban a revisar la mochila en busca de substancias, no fueran a tener que rebautizarme como Tripi. Aluciné pan de molde.

- Venga, que nos espera Carl – ellos estaban pletóricos, el avión nocturno desde Bangalore iba casi vacío y habían dormido a la tumbona como Blancanieves tras comerse la manzana.

Nos bajamos del avión. Primer pequeño contratiempo: la maleta de VT llegaba abierta, y el móvil, que iba en un bolsillo superior, había desaparecido. Preguntamos, nos tuvieron media hora porque la chica de atención al cliente no hablaba ni papa de inglés, normal, y al final lo dejamos porque la cosa iba para largo.

- En una holita tenel puesta denuncia - dijo el poli mandarín.
- Déjalo, si total estoy de vacaciones y no me llama nadie, salvo Vodafone – VT se fue corriendo, porque Carl esperaba.

Nos recogió en el aeropuerto. Como lo leéis, se vino con el chófer, en un pedazo de Audi. Nos vimos un tanto fuera de contexto al lado del conductor uniformado, que hacía poco juego con nuestro aditamento. Os habréis percatado de lo exclusivo de nuestro vestuario y el empeño que ponemos en no repetir camiseta.
Pero lo mejor estaba por llegar. Nos llevó hasta la casa que compartían Carl y Federico, -de negocios en Pekín durante un tiempo-, y resultó estar en un hutong. Los hutongs son los barrios de callejuelas típicos de Pekín con casas de una única planta en los que todas las habitaciones dan a un patio común, un equivalente a las corralas de Madrid. La mayoría de ellos fueron derribados para las Olimpiadas, pero aún quedan algunos, normalmente humildes, y excepcionalmente restaurados a todo lujo y de precio estratosférico. El nuestro era de los segundos. Tras la experiencia india, se nos puso una sonrisa como un croissant. Si es cierto que la primera impresión es la última impresión, no cabía duda: estábamos impresionados. El hutong era una pasada.
Se portaron increíble, nos sacaron por el barrio, nos dieron información, nos tuvieron en palmitas. Carmen Lomana no lo hubiera superado. Pudimos dormir a pierna suelta, lavar ropa, ducharnos con agua cristalina… ¡incluso nos invitaron a cenar, en un restaurante de cuatro palillos!... Fue una semana fantástica, como la de El Corte Inglés.

CON CARL Y JOSEFINA

Enseguida nos pusimos a visitar la capichina, empezando en Tiananmen. Es la plaza más grande del mundo, una enorme explanada flanqueada por el Museo Nacional, el Parlamento, una de las puertas de la ciudad antigua, y la Ciudad Prohibida. Para entrar hay que pasar por arcos de seguridad, ya que alberga el edificio que contiene la tumba de Mao Tse-Tung, y al gobierno actual no le apetece que algún descarriado les ponga una bomba en el cogollo de su comunismo. Entramos a ver al ‘Gran Timonel’ en fila china, entre mandarines que le llevaban una flor de loto. Todo parece terriblemente severo allí dentro, con decenas de guardianes inmóviles que velan porque la gente tampoco se mueva demasiado, y eso que la tumba está protegida en una sala de cristal. Beijing fue el único sitio en el que tuvimos la sensación de pasear por una etapa del pasado, con policías en cada esquina y gente portando la bandera roja. Debe ser por los documentales de la tele, el caso es que me trajo recuerdos de un tiempo que nunca viví.

MAO-SOLEO EN TIANANMEN

Al salir de la tumba nos saludaron dos chicas del noroeste de China, también turistas. Estaban estudiando inglés, y empezamos a hablar animadamente. No sabían bien lo que ocurrió en la plaza, porque no se había dado una sola noticia sobre los muertos por tanques en el 89. Nos contaron cosas sobre su tierra y también nos preguntaron muchas cosas a nosotros. Como casualmente también se dirigían a la Ciudad Prohibida nos propusieron ir juntos y allá que nos apuntamos. Antes de entrar pararon en una tetería, y nos animaron a pasar. Ellas eligieron un té verde y nosotros uno de frutas.
Nos contaron muchas cosas. Que los niños en las escuelas respetan a sus profesores, si no quieren que sus padres los torturen a ellos al más depurado estilo chino. Que en China quizá falte algo de libertad pero que la población ve cómo hay oportunidades de prosperar y no está por rechistar. Que si se mezcla un dátil con no sé qué raíz se cura el dolor de garganta. Que normal que los americanos estén tan gordos y ellos no, porque comer con palillos es más sabio ya que uno se llena antes y deja de engullir antes del postre. Nos reímos mucho, pero lo más gracioso vino al acabar:

- Bueno, pues que traigan la cuenta, ¿no? – fue uno de nosotros.
- Sí, sí, polque tenel que il a Ciudad Plohibida...

La camarera se tomó su tiempo, cinco segundos, y dejó el papelito al lado de MG.

- Ujum... – MG parecía estudiar un crucigrama.
- ¿??... ¡!!!.... ¿?!!?!??... – al parecer no encajaban las horizontales.

Y finalmente:

- 但是這是什麼...
- ¿Qué pasa, MG?, te estás poniendo verde… - VT se mosqueó.
- ¡VT, tío, que aquí pone 990 yuanes! – cara de preocupación.
- ¿990?... Joer, macho, 11 euros por cuatro tazas de agua, ya les vale, ¿no?... pues nos toca la mitad, chico, qué caro para ser China – VT se dejó las matemáticas en Madrid.
- Que no, que no, ¡que son 990!

VT añadió un cero mentalmente a la cantidad anterior y se quedó catatónico:

- ¿Lo cuálo?... Trae pacá, que me da que vamos a comprarte unas gafas para la presbici... ¡ósferas!

Las chicas siguieron hablando como si tal cosa. 110 eurazos y ni se inmutaron. Hombre, si tu padre es un armador griego quizá no tenga importancia, pero ni en nuestro caso ni el suyo parecía ser así. Una de ellas encima dijo ´qué suelte no habel pedido té blanco, mucho más calo’… Y encima sí, era mitad y mitad, pero con matices:

- Bueno, nosotlas sólo tenel 400 yuan, si no impoltal ponel vosotlos 600 yuan... Glacias, chicos, muy amables... Y como il contando, en nolte de China comel pezuñas de pato y memblanas de lana, muy licas, todo con salsa de ostlas...

Eso, ostlas. Salimos a la calle y las chicas no paraban de hablar, monogloteando una con VT y otra con MG, ¡no callaban!. Estaban aprovechando el momento psicológico, el clima de buen rollito que se había creado, y no nos dejaban hablar entre nosotros. Si no te habías dado cuenta hasta ahora, bienvenido al club. Nosotros tampoco.

Efectivamente: ¡qué fuerte!... Era un timo en toda regla. Nos la habían colado por toda la escuadra. Se nos quedó cara de cartabón. Nos costó asimilar el golpe - lo cierto es que no lo olimos -, pero al final tuvimos que admitirlo, había que dar la vuelta al famoso dicho y actualizarlo a la versión 2.0: nos habían engañado como a occidentales.
Llegamos a la Ciudad Prohibida, ahora convertida en Prohibitiva, tan confundidos como una brújula en presencia de un imán. Por supuesto que ellas no entraron, nos dejaron en la puerta porque ‘se habían quedado sin dinelo’, como si no lo hubiéramos notado.
Ahora sí cuadraba todo. Por eso eran tan simpáticas dos chinas sueltas, que en general van bastante a su rollo, y se atrevían a abordarnos a los cuatro. Por eso cuando MG propuso un sitio diferente – ‘éste parece chulo, ¿no?’- , dijeron que no, que horrible, que demasiado sucio. Fuimos al acordado, al sangradero de turistas donde sacaban su megacomisión. Por eso cuando les pedimos una foto juntos nos dijeron que ‘soly, es que sel budistas, lobal nuestlas almas...’

Vimos la Ciudad Prohibida con la cara hecha un poema, entre elegía y epitafio. Decididamente había que hacer algo o al menos intentarlo, así que mientras pasábamos entre los inmensos patios palaciegos de la Ciudad, que debe su nombre a la antigua prohibición de entrar en ella a nadie sin permiso expreso del emperador, fuimos barruntando nuestro pequeño plan. En la Ciudad, situada en el centro exacto de Beijing, hay más de 800 edificios, templetes incluidos, y 9000 habitaciones, todo de madera, - como nuestras cabezas en ese momento -, donde fueron desfilando soberanos de las dinastías Ming, primero, y Qing después, hasta ‘El Último Emperador’, Puyi, que acabó expulsado del palacio y trabajando de jardinero en el parque botánico. Era impresionante de por sí, aunque nosotros habíamos entrado ya impresionados.

CIUDAD PROHIBITIVA

Al salir, el elefante nos sorprendió a todos con sus declaraciones:

- Trompi intentar avisar a chicos, Trompi saber, pero chicos no oir a Trompi porque dejarle encerrado en mochila – se quedó tan ancho.
- ¿??¿???... y cómo ibas tú a saberlo?... No nos dimos cuenta ni nosotros, que estábamos fuera de la mochila – VT parecía sensato.
- Porque Trompi hablar chino.

Golpe de efecto. MG parpadeó a cámara lenta y repitió las primeras palabras de VT: ¿??¿???

- Trompi aprender con turistas, aprender muchos idiomas en refugio del valle. Y chicas chinas hablar entre ellas, decir que haber encontrado chollo y que a éstos aplicar tarifa máxima, y luego otras palabras que Trompi todavía no saber en españolo: pardillos, paletos, patanes. Muchas palabras con ‘pa’.

Dejamos en suspenso las declaraciones de Trompi. Demasiado para un solo día. Quizá se le estuviera pegando algo de la imaginación de su compañero de mochila.
Había que concentrarse en recuperar la pasta. Acordamos lo siguiente: volveríamos a la tetería –habían pasado dos horas-, VT entraría grabando con la videocámara, y MG pediría amablemente la carta de tés. VT la grabaría –estábamos convencidos de que tenían varias, con diferentes precios-, y a partir de ahí empezaríamos a presionar.
A la de una, a la de dos, adentro… Lo hicimos muy rápido. La chica sacó la nueva carta donde los precios eran los correctos (nos hubiera salido por unos cinco euros), y enseguida vino la dueña, ya tarde, y regañó a la chica (´¡que son los del timo, guarda eso ya!’… o similar). Entonces VT levantó un poco la voz para impresionar, MG dijo que sabíamos que era una estafa y que queríamos nuestros 600 yuanes (66 euros, aunque habríamos aceptado pagar el precio real, claro), y la dueña pidió que parásemos la cámara. Les dijimos que llamaríamos a algo que empezaba por ‘poli’ y acababa por ‘cía’, y voilá, nos devolvieron el montante completo con toda celeridad. Sin negociaciones. Eso sí, ¡nos hicieron firmar un recibí!, suponemos que para poder reclamar a las chicas la comisión y por si aparecía por allí la poli. Fue un poco tenso porque no estamos acostumbrados a este tipo de situaciones, pero nos pareció lo justo, ¿no?. Si hubiéramos tenido una espada a mano habríamos dejado marcada una enorme ‘Z’, como Antonio Banderas. Nos sentimos súper aliviados, un poco como si hubiéramos aprobado en septiembre, con bastante suerte, pero con té gratis.

Cuando llegamos a casa nos lanzamos a la Wikitravel en inglés, y efectivamente, allí estaba, el número uno en la lista de las estafas para turistas patosos - también empezaba por ‘pa’ - en Beijing. Fue de libro. Posteriormente conoceríamos a más gente que también había caído en la trampa, como la abeja Maya en la red de la araña Tecla. Eso sí, al parecer nadie volvía a por la pasta. Es más, esa misma noche, cuando salimos a dar un pequeño paseo… ¡se nos acercaron otras dos chicas, con la misma historia!. Ahora los que nos reímos fuimos nosotros, justo después de seguirles el juego un rato y hacerles una foto antes de que gritaran ‘¡no, please, que sel budistas!...

Luego también nos enteraríamos de que en China la palabra ‘policía’ es similar a Calgonit, desobstruye las situaciones más atascadas.


NUESTROS AMIGUITOS: LA POLI Y CIA

Esa noche, a estafa pasada, saqué el anteojo de pensar y la lupa del microscopio, y empecé a reclasificar mi colección de microbios unicelulares a la espera de poder hacerme con algún ejemplar chino, de una rareza inesperada, que me permitiera fardar algo en el CAP, Círculo de Aficionados a los Protozoos, en las teleconferencias que celebramos bimensualmente. Fue en ese momento cuando me interrumpió MG, con ese rictus de Angela Channing que preludia un chaparrón.

- Tenemos que hablar, Triqui. Dinos día y hora.
- ¿?... – el tono me había desconcertado - ¿hablar de qué?...
- Ahora no, Triqui. ¿En Shanghai?...
- Estudiando tu semblante, y dados mi amplios conocimientos en Psicología Aplicada, podría deducir que se trata…
- Déjalo, Triqui. Esto es serio. Te trajimos por algo. Y la cosa no va bien. Hablamos el jueves.

Me dejaron con un paramecio colgado de las pinzas. Y sin saber de qué hablaban, alargando mi agonía. Había sonado fatal, a tirón de hocico. Me sentí como el niño desdichado al que unos padres insensibles le anuncian la vacuna contra la viruela con tres días de antelación. Cerré los estuches y me puse un video de Macario, de mi admirado Jose Luis Moreno, para intentar evadir mis problemas con su ‘ayyyy… qué conteeento estoy…’.

Quitando el percance con las estafadoras de Tiananmen, el resto de la estancia en Beijing fue estupenda para los chicos. Nos esperábamos una ciudad contaminada, no muy agraciada, con esa suciedad que se asocia al término ‘chino’, y resultó todo lo contrario. Nos explicaron que desde hace unos diez años, el gobierno ha puesto las pilas a los ayuntamientos, comerciantes y ciudadanos en general, y el nivel de limpieza ha subido en picado inverso. La verdad es que se puede comer en cualquier sitio, baratísimo, riquísimo y muy limpio. Muchos cocineros llevan guantes y redecillas para el pelo. Probamos el pato pequinés, los cacahuetes fritos picantones, los brotes-vainas-salsas y batidos de soja, y un montón de hierbas muy ricas que crecen debajo de las barcas. Notable para los tallarines y matrícula para las inolvidables galletas de arroz chocolateado.


TODO RICO...




... CÓMO ME VOY A PONER, JE, JE

Las calles se ven inmaculadas y la famosa nube de contaminación nosotros ni la advertimos. Genial. Genial para lo que nos esperábamos, vaya. Evidentemente, en el apartado ‘usos y costumbres’ siguen quedando algunos hábitos-rémora un tanto asquerosillos por la inercia del pasado, algunos modales pelín antihigiénicos que le dan salsa a la vida y a veces forman parte de la propia salsa. Te las describiré someramente, aunque si eres un poco escrupuloso, como yo, te recomiendo que te saltes los siguientes párrafos.

Bien, veo que te ha faltado tiempo, morbosillo. Allá voy: lo primero que se detecta es la elevada eficiencia de las glándulas salivares mandarinas, que unida a su baja capacidad de reabsorción, da como resultado un impactante número de escupitajos espontáneos, algunos de los cuales son sólo comparables a los de las llamas del Perú. Las chicas escupen muchísimo, es decir, tanto como los chicos. La modalidad más desagradable es la que comienza con un grito-carraspeo asociado a contracción faríngea, como intentando regurgitar el alimento, seguido de un par de vueltas en la boca para que coja un centrífugo efecto lavadora, y posteriormente es esputado a velocidad de saque directo de Andy Roddick. Da bastante repelús, aunque no tanto como el mismo tipo de lanzamiento pero ahora con substancia nasal, propulsada hacia el exterior desde una de las fosas mientras se oprime la otra. Lo hacen con toda naturalidad, exprimiendo el material flotante entre el índice y el pulgar si es que se hubiera quedado colgada alguna estalactita, y les da exactamente igual que les miren, no se cortan. Aunque más irritante si cabe es el movimiento inverso, el famoso zolocotroco, que aparte de una palabra con cinco ‘oes’, es la aspiración profunda que devuelve a su cavidad original a un moco asomante.
El típico sorbeteo de sopa o tallarines al comer es pecata minuta, y más que permitido está recomendado, lo hacen encantados, porque así se enfría la comida y se saborea más. Pero lo mejor es lo de algunos baños públicos, porque algunas puertecillas donde está la parte del agujero - las tazas aquí son sólo para el té – son similares a esas de los bares del oeste, que cubren desde la rodilla hasta el sobaquillo, y se puede ver perfectamente a hombres trajeados, tan propios ellos, ocupados en tan magna obra mientras conversan animadamente con el tipo de al lado. Vimos incluso algunos retretes sin puerta, sólo con una varilla para sujetarse, pero afortunadamente no pillamos ningún espécimen en plena melé. No parece que en este país el aparato digestivo tenga tan mala reputación como en occidente, de hecho no dan la impresión de intentar disimular los efluvios gaseosos que asoman por ambos extremos. Van a sus aires. En varias de las casas que visitamos vimos un lote de revistas al lado de la taza del wc, y bueno, ya me entendéis, lo quieras o no, tu mente es más poderosa y no puedes evitar imaginar a tu anfitrión implicado en la multitarea.
En cualquier caso, costumbres aparte, en general se ve todo limpito, nada que ver con el estereotipo. A veces son un poco guarrillos, ma non troppo.

Los días siguientes vimos un montón de cosas, el Palacio de Verano, el parque Bei Hai, espectacular, con una pagoda blanca en la cima desde la que se divisaba la pequinesa ciudad. En muchos de los parques encontramos grupos de animados bailarines, que se llevaban la musiquita y ambientaban la zona al tiempo que hacían ejercicio. Y también estuvimos en el recinto olímpico, viendo el estadio de Norman Foster, al que llamaron ‘el nido’ y es súper-cuco, y la piscina donde Michael Phelps logró ocho oros, obtuvo siete récords mundiales y uno olímpico, y despertó dieciséis veces los celos del destronado Mark Spitz.

SALTANDO DEL NIDO

BEI HAI PARK

LA BALBACOA, LA BALBACOA...


FAMA.. Y A BAILAL !!


Un día nos levantamos a las seis y media para ver a los mañaneros hacer tai-chi, bañándose en el frío lago y paseando los pájaros y los perros pequineses.

Por supuesto también fuimos a la muralla y recorrimos un trocito infinitesimal. En general tiene el suelo escalonado, pero hay algunos tramos lisos de más de 30 grados de inclinación. Si uno consigue llegar de pie puede esculpirse un bello cuádriceps, en la subida, o un fornido bíceps femoral si es cuesta abajo. Es impresionante la cantidad de material que tuvo que emplearse  para erigir semejante barrera (8852 kilómetros considerando todos los tramos a lo largo de toda su historia, casi exactamente la longitud de 1000 montes Everest). Los constructores de casas y carreteras se nutrieron durante algunos periodos de sus piedras, por lo que hoy sólo se conserva un 30 por ciento.

VALLA MURAYA...

Nos fuimos para Shanghai con muy buena impresión de la ciudad olímpica, poniéndonos una nota mental como sitio marcado para volver. El tren nocturno recorrió los 1200 kilómetros en unas 12 horas y llegó con absoluta puntualidad. Está bien, más moderno y rápido que el de la India, sin comparación, pero curiosamente es menos confortable. El pasillo es tan estrecho que no llega a ‘pasi’, y de vez en cuando algún pequeño bache en la vía provocaba un breve brinco que me despertaba. En la India era difícil averiguar si el tren estaba parado o en marcha, dada la baja velocidad de crucero, y las camas eran más anchas y largas, y eso que en cuanto a tamaño vimos bastantes mandarines que deberían llamarse naranjones, superando la cota del 1,85.
En Shanghai volvimos a tener un couchsurfer excepcional. Ed nos hospedó durante cinco días en su magnífico piso de una planta 18 con vistas rascacieladas en pleno centro de la ciudad, a sólo trescientos metros de People Square, la Puerta del Sol shanghaina. Ed es chino, pero está completamente al corriente de las dos culturas porque estudió en EEUU y viaja por todo el mundo con frecuencia.
Shanghai es una ciudad reformateada en los últimos veinte años, rehecha de cero, toda nueva, limpia, agradable, moderna hasta el extremo y plagada de superlativos: disponen del tren más veloz del mundo, de levitación magnética, que hace el trayecto al aeropuerto en 7 minutos, tienen el metro de más rápida expansión del globo, - en 1995 asomó la primera línea y ahora disponen de once, con 420 kms en total -, y la zona de Pudong es la que más rascacielos ha visto crecer en los últimos 15 años a nivel planetario. El Gobierno no tiene problemas a la hora de expropiar lo que haga falta, se ofrece al propietario la tarifa mínima y campana y se acabó. Después comprobaríamos, hablando con personas de países vecinos, los recelos que despierta el gigante rojo por su imparable capacidad de crecimiento, su potencial productivo y su habilidad para calcar y a veces superar todo tipo de patrones de occidente. Podrían resumir ‘El Quijote’ en folio y medio, y encima decir el lugar exacto de La Mancha, de cuyo nombre sí pueden acordarse.
Ahora mismo se calcula que la población es de unos 20 millones de habitantes, y 18 para Pekín, aunque el gobierno se ha propuesto hacer un censo en condiciones, empleando a miles de funcionarios, porque el resultado puede ser bastante más abultado. Es que hasta hace poco estaba prohibida la inmigración en las ciudades chinas para contener el éxodo rural incontrolado, y por tanto la gente lo hacía ilegalmente.

En Pudong está el icono de la ciudad, la ‘Perla de Oriente’, torre de televisión, que alberga algún restaurante, y muy cerca el edificio con el observatorio más alto del mundo, donde por supuesto nos subimos y los chicos sacaron unas cuantas fotos de mejorable calidad. Tiene un trozo de suelo transparente donde me sentí como Keanu Reeves en ‘Un paseo por las nubes’.

PUDIENTE PUDONG

LA OTRA ORILLA


Es en esta zona donde más se advierte el poderío económico de la parte pujante de la sociedad china que se está haciendo soberanamente rica y empieza a demandar lujo a lo bestia, reinventando el consumismo. Se ven cientos y cientos de tiendas de ropa de marcas, como en la Quinta Avenida pero nuevas, con todas las firmas de lujo posibles, sobre todo europeas que en general les chiflan. Ed, nuestro host, era el responsable en China del departamento de grandes clientes de Louis Vuiton y nos contó que tiene alrededor de 5000 grandes clientes, que son los que gastan al menos 100.000 euros anuales en la marca. ¡Esto sólo en ropa y bolsos de Vuiton!. La de globivueltas que podría dar un gorrino como yo, de bajo consumo, con ese montante. Vestimenta aparte, empiezan a demandar a todo trapo operaciones de estética muy influenciados por los culebrones surcoreanos, reyes de la telenovela y del bisturí. Nos contaron que los protagonistas salen todos muy guapos y con los ojos muy abiertos porque lo primero que se hacen es ensancharse el ojo y sacar párpado, occidentalizando los rasgos. Eso sí, acaban pareciendo muñecotes de plástico, como en España.
En cuanto al turismo, lo más bonito de la ciudad es la ribera del río con el skyline por la noche, con las lucecillas de los rascacielos reflejándose en el agua dulce en una orilla, y grandes edificios señoriales decimonónicos en el otro lado. No hay grandes hitos para visitar, algún parque y poco más, es una ciudad para el consumo y los negocios. Hay un barrio llamado French Concession, con calles flanqueadas por sicomoros – arbolillos entre arce e  higuera - donde los franceses estuvieron hasta principios de s. XX, que aún conserva algo de sabor tradicional, con boutiques, salas de té y librerías, pero por lo demás todo lo que alcanzamos a ver es un Exin Castillos con piezas de metal y cristal.

PARQUE SHANGHAIANO

Hicimos una escapada uno de los días a Suzhou, una ciudad cercana en distancia -100 kilómetros -, y más aún en tiempo, - ¡25 minutos!, plagada de parques y canales, algunos de los cuales son monumento nacional, y que por supuesto también se conoce como Venecia del Este.


PAGODA EN SUZHOU

Fueron días tranquilos, salimos de bares con Ed y nos llevó a cenar a sitios baratos y deliciosos. A decir verdad, nuestra experiencia china estaba resultando un poco pija, todo limpio y todos tan bien vestidos, excepto nosotros. Los chicos estaban encantados con la experiencia.

Pero no conmigo, por lo que se ve. VT llamó a la mochila, me pidió que saliera del bolsillo, nos sentamos con MG en el inmenso sofá blanco que tenía Ed en su apartamento y empezó la crónica de una bronca anunciada:

- Vamos a ver, Frik… digo, Triqui – las dislexias de VT son bastante sospechosas- el blog no puede seguir así. Tienes que ponerte las pilas, te trajimos con la condición de que lo tuvieras actualizado. Si contando tu vida personal pareces Corín Tellado, a ver si se te pega algo de su velocidad.

Menudo golpe bajo, casi subterráneo. Me defendí, por supuesto:

- Disculpe usted – marqué distancias - durante los últimos veinte días he tenido un promedio de diecisiete minutos libres, incluyendo tareas de acicalamiento cerdiles, que no son escasas, y considerando mis obligaciones de investigación en varios campos de la astrofís…
- ¡Aterriza, Julio Verne!... – MG iba a lo suyo – deja de poner excusas y ponte a escribir.
- Pero es que son muchas cos…
- Te recuerdo que nos diste tu palabra: ‘No problem, mes amis, Triqui scrivere’. La llamaste tu ‘promesa tri-idiomática’, ¿se te ha olvidado? – a VT no se le pasaba una.

Intenté hacerles ver que era imposible, que no parábamos un segundo, que íbamos a cien para la velocidad gorrinil estándar, que estábamos todo el día fuera y con tantas salidas no tenía tiempo de escribir más entradas. Pero la cosa fue a peor:

- Y estamos anonadados con tu descaro – MG no sonreía -. Te has inventado todo lo que pone en tu perfil, vaya disparate. ¿Cuándo has estudiado tú en Inglaterra?... ¿cuándo has pisado la Complutense?... ¿qué es eso del curso de Parapsicología?...

Me hicieron todo el inventario, que si me había sacado de la manga este título, que si me había inventado aquel otro, que lo único que no tenía era abuela. Me acordé de la buena de Gumersinda, allá en Guijuelo.

- Se acabaron las reposiciones de Mc Gyver y de Ana y los Siete, estás hecho un fantasmón.
- No soy un fantasma, soy un cerdo cargado de argumentos – me estaban acorralando.
- ¿Y qué son esas soflamas de compararte con Newton y corregir a Shakespeare?... ¿estás chaveta?... ¿te han quedado secuelas de la triquinosis?  - ahora MG - ¿qué eres, un cerdo del Renacimiento?
- Vosotros no lo sabéis, pero me matriculé en Oxpork por correspondencia y luego…
- ¿Cómo?... Por correspondencia te apuntaste a Venca, Triqui, así que ni Oxpork ni ocho cuartos.
- Ocho cuartos son dos unida… - me callé a tiempo al ver la cara de severidad en los chicos. Cuando estoy nervioso mis respuestas automáticas tienen tintes aritméticos.
- Estás inventándote toda tu biografía, Triqui… por no hablar de tus sesgados puntos de vista… ¿tienes alguna queja de tu vida actual?.
- Pero yo… yo sólo quería… sólo quería... - me sentí ridículo y minúsculo, como el recóndito dedo pulgar del exiguo Pulgarcito - Sólo son mis opiniones…
- Pues tus opiniones son de lo más subjetivas.

Entonces intervino Trompi, para mi asombro:

- Ser por eso que llamarse opiniones. Si ser objetivas llamarse aseveraciones.

Al principio no entendí. ¿Aseveraciones?... eso era una palabra de seis sílabas, un exceso para el trompitudo. Por otro lado, ¿me estaba defendiendo?...

- Amigo cerdito hacer lo mejor posible para sus limitaciones – añadió el elefantudo.

Vaya, era una defensa en la que quedaba malparado, pero no me la esperaba. Los chicos tampoco:

- Tienes algo de razón, Trompi. Al fin y al cabo darle el blog a Triqui no es mérito suyo, es más bien culpa nuestra – sonaba a clemencia patibular en el último minuto -. Modérate un poco, Triqui, y ponte a trabajar.

Estaba más perdido que Jack Shephard en la isla. Los chicos me volvían a regañar. Me espetaban el descuido del blog, cuando no tengo tiempo ni de ponerme la crema en los juanetes de las pezuñas. Ponían en evidencia mi falta de formación, porque no se creen que estudio por las noches. Y el paquidermo me defendía con cierto fundamento. Con lo lelo que parecía, ahora daba la impresión de que sus neuronas empezaban a soltar algo de acetilcolina.

No me sentía tan triste desde el último San Martín. No entendía por qué las cosas no ocurrían tal y como yo las imaginaba en mi porcil cabecilla, por qué la gente no se comportaba como los personajillos de mi mundo imaginario. Por qué los chicos eran tan duros conmigo. Por qué me espetaban mi egolatría si era tan claro que envolvía todos mis complejos. Se puede ser duro con alguien sin necesidad de decirle toda la verdad a la cara, ¿no?. Y además yo no he hecho mal a nadie, excepto aquella vez en que Petronco se quiso propasar con mi Lupita, y entonces sí, entonces le regalé ‘Diez negritos’ y cuando estaba a la mitad le dije quién era el asesino.

Intentaría ser fuerte. Pensé que si cada mañana recordaba a mi Lupita y mantenía el suficiente nivel cultural como para seguir lavándome los dientes, tendría menos posibilidades de morirme de asco. Me entró una angustia inmensa, cerdil y oceánica, y me tuve que tumbar de espaldas en el estuche de la cámara de fotos. Con un nudo en la garganta, saqué el boli de astronauta, el que pinta boca arriba, y me puse a redactar a mi máximo, diez por hora, temblequeante y asustado como si estuviera atado a la vía y sonara el pitido del expreso de medianoche…


4 comentarios:

  1. Triqui, no quiero asustarte, pero creo que le habeis sacado una foto al fantasma de Samaranch. Cuidaros, y no le adelanteis dinero a nadie a cambio de un billete de loteria premiado, XD, sobre todo ahora que por aqui quieren privatizar parte de la loteria nacional. PD: Las del tocomocho, ¿ Son la pareja de gafotas ?

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  2. Bueno Triqui, anímate. Ya te decía yo que te veía muy tenso. Efectivamente no te hiciste amigo de los carneros, tienes que dulcificar el carácter. A ver si conoces a una cerdita vietnamita y olvidas ya a Lupita.
    Por fin parece que estás alimentando bien a los niños (parezco su tía gruñona) aunque la falta de vitaminas parece que les ha reblandecido y ahora se creen todos los cuentos chinos. Seguro que han aprendido mucho con la experiencia del te.
    Por cierto, creo que lo de pasar poco tiempo en China quizás tiene también algo que ver con el frío que tenía que hacer y la poca ropa de abrigo que lleváis.
    Oye, menudas casitas os habéis buscado con el coach surfing... Cuando os devuelvan la visita van a flipar (jeje).
    En fin, que mi bola de cristal me dice que ya debéis haber recorrido casi todo el Mekong y esperamos la puesta al día (la última foto es de hace más de dos semanas).

    Besos.

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  3. Por cierto, la colección de estatuas plasticosas no tiene precio. Son incluso mejores que las rotondas de Alhaurín. Kitch puro.

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  4. Si alguna vez me estafan sin duda recurriré a vosotros para recuperar mi pasta, no se me hubiese ocurrido jamás un plan así. Me sorprende la dueña de la tetería con recibitos para firmar y todo, "oye que nosotros estafar, estafamos pero lo tenemos tó en regla", por cierto ¿qué ponía en el recibo?.
    Chicos no seáis tan duros con Triqui, pobrecillo. Por lo que veo, las debilidades porcinas son bastantes parecidas a las humanas y aunque dudo mucho que sea cierto eso de que a "cada cerdo le llega su San Martín" (más que nada por la cantidad de cerdos que hay por ahí a los que no les llega nada, nada...), parace que el cochinillo lo está pasando mal y mira que pasarlo mal con el "peaso" viaje que está haciendo ;-)

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